Mundo ficciónIniciar sesiónLa sala de audiencias era fría y desapasionada, con paredes de paneles de madera clara que reflejaban una luz artificial que transformaba todo en tonos de gris sin esperanza. El juez Hernández Morales, un hombre de aproximadamente sesenta años con el rostro grabado por décadas de fallos impopulares, estudiaba los documentos que Miranda había presentado con expresión que no revelaba sus intenciones.
Miranda estaba de pie en el pasillo del tribunal vistiendo un traje ejecutivo Armani color carbón que contrastaba cruelmente con sus manos que temblaban mientras sostenía el cheque de diez millones de pesos que había depositado personalmente esa mañana temprano en la cuenta del tribunal.
Dolores Vilchis est







