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El bosque estaba cada vez más frío y oscuro, pero yo continuaba avanzando atraída hacia el origen de aquel misterioso susurro que me estremecía una y otra vez. Ascendía sujetándome de viejos troncos y transitando traicioneros caminos cubiertos de agujas de pino, cuando de súbito, me pareció haber aumentado unos diez kilos. No estoy bien. Pensaba con el corazón latiéndome con fuerza y la respiración pesada, sin poder resistirme al terror generado por las inmensas posibilidades fantasmagóricas ofrecidas por mi imaginación. Repentinamente, tuve la certeza irrefutable de que algo reptaba y reptaba imparable hacia a mí y me quedé paralizada en el medio del bosque. Mis ojos se dilataron y mis facciones se tensaron de terror cuando ese “algo” empezó a manifestarse. Rápidamente cubrí mis ojos con las manos y sentí la necesidad de gritar pa

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