20 Unidos.

Kalila despertó en una de las habitaciones, y cuando vio la altura del techo, supo a quien le pertenecía.

— Nuriel. — susurro no muy convencida si los recuerdos que su mente le mostraba realmente sucedieron o si solo enloqueció, pero para su tranquilidad, allí a su lado estaba él. — Nuriel. — repitió con asombro y porque no, alegría, ¿Cuánto tiempo había soñado con él? Desde mucho antes de aquel día que lo vio en el prado. — Realmente estas aquí. — toco su rostro tan bello e imponente como lo es el único Fénix, su piel era suave, cálida, de un color, muy parecido al café con leche, le gustaba, le encantaba tanto como el alvino rostro de Ikigaí.

— Mi hermoso fuego eterno. — dijo viéndola a la cara, su voz era áspera, dejando en claro lo que la joven le producía con solo una caricia. — No sabes cuanto anhelaba el tenerte en mis manos, en poseer tu cuerpo, y alimentarme de tu alma. — debería estar asustada, más que el hijo de un dios sonaba a demonio, pero no le importaba, solo queria un
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