El estadio seguía en silencio. Los treinta mil espectadores estaban estupefactos, entumecidos, sin reacción y ciertamente admirados de lo que yo hacía en la cancha. Lo único que escuchaba eran los gritos de Marcial, celebrando cada punto que iba sumando. -¡Bien, Katty!-, decía una y otra vez.
Cuando me puse 3-0, Gina y Maggi empezaron a gritar, también, eufóricas, saltando y dando puñetazos al aire. Ashley me decía que siguiera aporreando a Evand. -¡Sigue, sigue, sigue!-, decía también contagiada por la fiesta que hacían Gina y Maggi.
Heather no dejaba de ver el cronómetro. -Mamá, mamá, faltan cuatro minutos, no lo va a lograr, le va a faltar tiempo-, estaba ella aterrada, más preocupada en que yo lograse los treinta minutos que había prometido al periodismo y al mundo entero de que iba a ganarle a Evand.
Los comentaristas tenían un aire sepulcral en sus frases y parecían anunciar una gran tragedia en cada una de sus palabras.
-Tecelao está humillando a Evand, sus raquetazos son