La Fuga y la Emboscada
La huida del castillo fue un torbellino de sombras y susurros. Gonzalo, con su conocimiento laberíntico de la fortaleza, nos guio por pasadizos secretos y escaleras ocultas. Calix, aunque marcado por la reciente traición de Isabel, se movía con una determinación sorprendente, su obsesión por Kaida ahora canalizada hacia la búsqueda de la justicia. Orlo, el noble despojado, caminaba a nuestro lado, su presencia silenciosa pero firme, un testimonio de su metamorfosis. Yo, Conan, el lobo de las calles, me adelantaba, mis sentidos alerta a cualquier señal de peligro.
Llegamos al túnel de los suministros de agua, el mismo por el que habíamos entrado. El hedor a humedad y moho nos envolvió nuevamente, un recordatorio de la oscuridad de la que estábamos escapando. Pero esta vez, al final del túnel, no esperábamos la incertidumbre, sino la libertad.
Al salir a la luz de la luna, encontramos a mis hombres esperando. No eran soldados, sino la esencia del barrio bajo: herr