El Desafío de la Mentira
La capital de Veridia, antes un hervidero de comercio y de obediencia ciega, se había transformado en un campo de batalla de la voluntad. El canto silencioso de los rebeldes, manifestado en boicots y huelgas, resonaba en cada rincón, un desafío directo a la autoridad de Isabel. La economía del reino se tambaleaba, y el descontento de la nobleza, cuyas riquezas se veían afectadas, comenzaba a crecer.
En el castillo, Isabel, con la corona del Rey Charles ceñida a su frente, estalló en una furia incontrolable. La desobediencia civil era una afrenta a su autoridad, un insulto a su poder. Su rostro, contorsionado por el odio, se endurecía con cada informe de los Espías de Capa Negra.
—¡Es una guerra! ¡Una guerra de la plebe contra la corona! —rugió Isabel, golpeando la mesa con un puño—. ¡No permitiré que unos traidores socaven mi autoridad! ¡Arrestes a los líderes! ¡Aplasten la rebelión!
El Conde de Valois, padre de Isabel, un hombre tan ambicioso y despiadado como