La Redención del Traidor
El rugido del Conde de Valois resonó en el Gran Salón del Castillo, un eco de la furia que se apoderaba de él. Su espada, bañada en la ambición, se lanzó contra Calix, el hijo que lo había traicionado. La nobleza, paralizada por la sorpresa, observaba la escena, una mezcla de horror y fascinación.
Calix, con su espada, defendía con la agilidad de un príncipe, pero el Conde, un guerrero experimentado, lo superaba en fuerza. La ira de su padre, una fuerza imparable, lo empujaba hacia la derrota.
En la sala del trono, Kaida observaba la batalla a través del Espejo de las Visiones. Su corazón se encogió al ver a Calix en peligro. Conan, Orlo y Gonzalo, a su lado, sus rostros tensos, compartían su preocupación.
—No podemos permitir que Calix caiga —dijo Kaida, su voz era un susurro—. Él se ha sacrificado por la verdad.
Pero antes de que pudieran actuar, una figura imponente se interpuso entre Calix y el Conde de Valois. Era Gonzalo, el león de la guardia, su espada