El Resplandor Velado y la Conspiración del Espejo
El silencio en el ala este del castillo era un lienzo en blanco sobre el que se pintaba el drama del poder. Kaida, habiendo dejado atrás el laberinto de jardines, se encontró en un pasillo estrecho y oscuro, el aire pesado con el aroma de incienso y perfumes costosos, un recordatorio de que se adentraba en el santuario de su enemiga. La pequeña puerta secreta, camuflada en la piedra, se cerró detrás de ella con un suave clic, y se encontró en una antesala oscura. El corazón de la tejedora latía con una intensidad febril, un tamborileo de vida contra el silencio de la muerte. El vestido de seda, ahora desgarrado y cubierto de polvo, se aferraba a su piel, un recuerdo de la vida que había dejado atrás. La llave de bronce, fría y pesada en su mano, era el único ancla en la tormenta de su escape.
Se deslizó a través de la puerta de caoba entreabierta. La habitación de la princesa Isabel era un templo a la arrogancia, cada objeto un