El Destino de Isabel: El Eco de una Ambición Fallida
En las profundidades de la fortaleza remota, una prisión sin barrotes de piedra pero con muros de desesperación, Isabel, la otrora Reina de las Sombras, se consumía. Tras el Gran Concilio de Reinos y la consolidación del poder de Kaida, su nombre se había desvanecido en los murmullos de la historia, una advertencia sombría de la futilidad de la ambición desmedida. Su vida en el exilio no era un encarcelamiento físico, sino una prisión de su propia mente, un reflejo constante de sus crímenes y sus fracasos.
La fortaleza era un lugar austero y aislado, situado en una isla rocosa barrida por el viento en el Gran Mar. No había lujos, no había joyas, no había cortesanos aduladores. Solo el sonido constante de las olas rompiendo contra los acantilados y el grito de las gaviotas. Su única compañía eran los guardias, hombres leales a Kaida que no la trataban con crueldad, sino con una indiferencia implacable, la peor de las torturas para al