Callista no entendió ni nada de lo que Andrew quería decir, y con una sonrisa de oreja a oreja, se le colgó del cuello, emocionada:
—¡Esto lo hace aún más emocionante, Andrew! Nosotros… ¡Ay! ¿Pero qué estás haciendo?
Su frase se cortó en seco cuando Andrew, ya sin aguantar más, le arrancó el vestido de dormir de un jalón.
Ni se inmutó por sus gritos, simplemente la tiró al suelo y ni siquiera la volteó a ver.
Los empleados, que solo estaban ahí para hacer su trabajo y cobrar, salieron disparados al jardín apenas vieron el show.
Callista se quedó pálida unos segundos, pero, cuando notó que estaban solos, pensó que lo había entendido mal y se puso coqueta otra vez:
—Que cosas, no tenías que ser tan agresivo… Yo también quiero pero un poco más suave. ¿Por qué tan enojado?
Y se pegó a su pecho como si nada, sin la más mínima vergüenza.
Su relación con Andrew siempre había sido solo física, sin cariño ni compromiso. A ella lo único que le importaba era complacerlo para seguir recibiendo din