Capítulo 7

Ya había pasado una semana en esta escuela, y la odiaba, no me sentía cómoda, tampoco tenía amigos, no es que me importara, sentía que me asfixiaba entre tantas personas. 

Alice ya era popular se estaba preparando para la audición de las porristas, me tenía loca, mis hermanos hacían lo mismo; se preparaban para entrar en los equipos ser capitanes narcisistas eran todos, yo me preparaba para encender mi cigarrillo en mi lugar favorito de esta escuela el patio, debajo de un árbol cerca de las gradas y escaleras que daban a las canchas, un chico rubio de ojo azules y sonrisa seductora se acercó a mí.

— Verena Milli, ¿verdad? —me preguntó con cara de duda.

— Si , estás invocando al diablo.—dije mientras le hacía señas para que se quitara de enfrente de mi 

Él se sentó a mi lado.

— Bien, necesito tu ayuda.—lo dijo muy natural, mientras me quitaba mi cigarrillo para apagarlo 

— Oye!.—me queje.—¿Mi ayuda? ¿Qué podría hacer alguien como yo para alguien como tú? —elevé una de mis cejas.

— Necesito ayuda en matemáticas. —dijo el rubio, regalándome una sonrisa que hacía daño.

Un bufido se escapó de mis labios.

— ¿Matemáticas? Ni siquiera tomamos esa clase juntos, ¿estás loco?—estaba confundida.

— Claro que sí, lo que pasa es que siempre estás sentada al frente con tus audífonos, lamentándote por lo miserable que es la vida, ¿cómo no me puedes conocer? Soy el chico más popular de esta escuela, el guapo capitán del equipo de lacrosse, ¡por Dios; soy Pirmin Schuler!.—lo decía como si fuera el mejor del mundo. 

— Al parecer sólo eres músculos, testosterona y nada de cerebro.—me levanté del suelo intentado escapar de este chico. 

— ¿Es eso un insulto, Milli?.—rodé mis ojos, ya me estaba aburriendo.

— ¿Por qué debería de ayudar a alguien que se autodenomina como “el más popular y guapo capitán ``? .—empecé a caminar intentando escapar de este chico. 

— Porque la profesora Häfliger me envió contigo, dijo que me darías tutorías.—él me perseguía. 

— Nunca me ofrecí a dar tutorías y menos a alguien como tú.—me encogí de hombros. 

— Normal, aquí nunca informan hasta que es tarde; escucha, yo tampoco quiero esto y menos que me vean involucrado con una friki, pero necesito pasar matemáticas. Es mi única oportunidad para seguir en el equipo y conseguir una beca.—me sujetó por los brazos mientras hablaba. 

— ¿Te das cuenta de que acabas de llamar “friki” a la persona que quieres que te ayude en matemáticas? Claro que no lo voy hacer.—me solté de su agarre. 

El rubio río, viéndolo bien, es guapo; sus ojos azules hacen contraste  con su piel levemente bronceada, su pelo rubio es casi dorado, tiene labios gruesos y una voz ronca.

— Entonces, ¿aceptas?.—me volvió a sujetar. Suspire resignada. 

— Si esto es una clase de broma o una apuesta con tus amigos para joderme, te juro que te arrepentirás; haré un muñeco vudú y te enviaré al Congo, ¿te quedo claro? —le dije mientras lo señalaba. 

— Lo que usted diga bruja del vudú.—seguí caminando. 

— Bien, nos vemos en la biblioteca en la hora del almuerzo.—dije. 

— ¿Por qué no vamos a tu casa con tus hermanos? —fruncí mi ceño.

— ¿Hermanos?—dije alarmada. 

— ¿No eres hermana de los Milli?.—pregunto confundido. 

— No sé quienes son esos. —“Mentí, lo sé, pero no quiero que me vean envuelta con ellos, es mi manera de protegerlos por si algo sale mal. 

— Uhm, pensé que sí.—se quedó parado. 

— Pensaste mal, entonces en la hora del almuerzo, en la biblioteca si llegas, me iré. —abrí la puerta para entrar a la escuela.

— Sabes que a esa hora cada quien va a su casa, ¿no?.—se quejó. 

— ¡Ajah! —dije antes de desaparecer por el pasillo. 

En el pasillo casi no había nadie, llegué hasta mi casillero para recoger los libros de la próxima clase, cuando vi a Ethan con esa chica rubia a su lado, como siempre los dos nos  ignoramos como si nunca nos hubiéramos conocido, cada uno sigue su camino sin mirar atrás. 

En la hora del almuerzo le dije a los chicos que me quedaría para estudiar un poco en la biblioteca, me senté en el lugar más lejano aunque apenas habían tres chicos no quería llamar la atención. Cinco minutos tarde el rubio había llegado, faltaban cinco minutos para que las clases comenzarán y el rubio hormonal no entendía nada. 

— Entonces, sólo debes sumar X + Y y ese será el resultado, después lo divides al cuadrado y fin de la ecuación..—me estaba desesperando. 

— No entiendo esto.—volvió a repetir mientras lanzaba el lápiz. 

Rodé mis ojos, es la quinta vez que se lo explico, tengo hambre y él todavía no entiende el primer problema.

— Eres un caso perdido, deberías rendirte. —Le dije cerrando mi libro. 

— Yo nunca me rindo. Escucha, para mí tampoco es agradable estar bajo el mismo techo que tú, friki. No quiero que nadie se entere de esto, pero eres mi única opción.—bufé. 

Respire profundo y le volví a explicar hasta que por fin medio-entendió. Dimos por finalizada la tutoría cuando el timbre sonó.

— Te presto mis apuntes, pero debes tratarlos con gentileza.—tire de mi cuaderno a su pecho. 

Salí de la biblioteca y me dirigí a mi clase de historia con el señor Suter, en esa clase estoy con mi hermana, con el estúpido de Pir-no-me-acuerdo-qué y con Ethan el ambiente se sentía extraño yo me sentía extraña. 

Después de casi una hora de clase al señor Suter se le ocurre formar equipos, rápidamente todos eligieron Alice, al estúpido y a Ethan, pero mi hermana me eligió a mí. Todos nos vieron extraños, la quería matar Cuando salimos del curso, casi la mato.

— ¿Por qué me elegiste  a mi? .—pregunté entrando al baño. 

— Eres mi hermana, vivimos en la misma casa y será más fácil.—se encogió de hombros. 

— Te dije que no dijeras que somos hermanas

 —Me alejé de ella. 

—Yo también te amo.—grito. 

En cada cambio de hora, dan 10 minutos de receso, los aprovechaba para fumar y alejarme de todo, estaba en el patio con los ojos cerrados me estaba doliendo la cabeza, encendí un cigarrillo, me puse mis audífonos encendí Spotify y dejé que Pink Floyd inundara  mis odios de buena música, sentí que alguien se sentó a mi lado no le preste atención, pero me quitaron el cigarrillo de la mano, haciendo que me sentara y abriera los ojos.

—¿qué te pasa?—Dije,  sin saber quien era, al ver los ojos café de Ethan,le quite el cigarrillo de la mano, me volví a tumbar cerrando mis ojos

— ¿Por qué finges no conocerme? —dijo.

— Realmente no te conozco.—lo mire a los ojos. Quería preguntar lo mismo, algo me detuvo. 

—¿qué era lo que hacíamos en las vacaciones?.—preguntó de la nada. 

— Tú te fumabas mis cigarrillos, y yo tomaba un poco de tu estúpido refresco de fresa. Creo que era un cambio justo, ¿tú no?.—dije a la defensiva. 

— ¿Por qué no me dijiste que eras de aquí?.—Algo en él estaba diferente. 

— No lo vi necesario, es decir, míranos; ahora no somos amigos ni nada. Creo que hubiera sido igual en ese entonces.—su mirada se veía perdida. 

— Verena.—dijo, mi nombre sonaba como una canción vieja de amor cuando él lo decía. 

— Es una pesadilla que sepas mi nombre.—me levante.

— ¿Por qué, no podía saber tu nombre?.—se veía calmado. 

— No lo sé, tal vez porque siempre pensaste que las chicas como yo no pueden ir a escuelas o tener un nombre, Ethan.—no quería seguir hablando con él.

— Espera, ¿qué quieres decir con eso? —empezó a caminar tras de mí. 

— Bueno, después de lo que me dijiste ese día, porque me viste en una librería, saqué mis propias conclusiones. —Me encogí de hombros mientras seguía caminando. Dejé muy confundido Ethan. 

Cuando llegué a casa estaba sola, todos estaban en el hotel, me acosté en el sofá, no quería hablar con nadie, sentía esa sensación de antes, de caer al vacío, las voces en mi cabeza me empezaban a hablar. 

La soledad de la casa me estaba consumiendo debía salir de ahí, no me dio tiempo a llegar a mi habitación y buscar un libro; las voces me decían que debía acabar con mi vida, que era una inservible, un estorbo como siempre.

Me tiré en el piso me senté con mis rodillas abrazadas, puse mi cabeza sobre mis rodillas, intentaba respirar, pero me era imposible, sentía como si la casa se iba haciendo pequeña mientras me atrapaba en ella, el pecho me apretaba, mi garganta se cerraba mientras la respiración se hacía poca. 

Su voz, su voz me decía que era mi culpa, que todo era mi culpa; mis lágrimas empezaron a caer, entonces escuché la voz de mamá, le gritaba a alguien, aunque ya era tarde; mis ojos se cerraban entregándome a la total oscuridad. 

Estaba sentada en la mesa, mientras cenábamos; Lucas y Linda, estaban aquí Alice y yo, teníamos el uniforme de porristas, Marco  el de basket, Jack y Jacob tienen sus uniformes del equipo de soccer y natación. Mamá puso en la mesa risotto con carne, hablamos de nuestro día, de cómo nos había ido a cada uno, mañana era el cumpleaños de Andreas, iríamos todos, estaba emocionada porque él iba a iría, no teníamos muchos días saliendo  pero él iba a ir  para conocer a toda mi familia.

Mi sueño se vuelve oscuro, escucho la sirena de la ambulancia, todo el mundo grita, todos gritan, gritan culpandome: Lo mataste, lo mataste despierto y siento la mano de mamá sobre la mía. Esto sólo puede significar una cosa: estoy volviendo a caer. 


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