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Lily se echó a correr escandalizada cuando supo que el periodo le había hecho la visita del mes en el momento más incorrecto e inesperado de todos.

¡¿Acaso podía ser más condenada?!

Sintió tanta vergüenza que quiso enterrarse cien metros bajo tierra, pero Christopher la alcanzó con una embobada sonrisa en los labios y el pene enrojecido por toda ella.

No sabía cómo explicarlo, pero se sentía especial.

Había compartido la cama con unas cuantas decenas de chicas, pero ninguna lo había marcado así.

Encontró que era lo más íntimo del mundo y se sintió suyo.

—¡Qué vergüenza! —exclamó ella con la cara roja y rápidamente se metió a la ducha para lavarse las piernas.

La sangre y la esencia blanquecida de Christopher le habían escurrido por los muslos.

El hombre se esforzó por ayudarla sin decir mucho. Cogió una toalla y la empapó con agua tibia. Se la ofreció para que se limpiara, pero la pobre estaba tan temblorosa producto de los nervios que ni siquiera pudo manipularla bien.

Christopher la agarró y se acomodó frente a ella para limpiarla. Lily apretó las piernas y se puso roja. Miró el techo cuando él se arrodilló frente a ella y la limpió con toda la confianza del mundo.

—No tienes que avergonzarte —le dijo él, tomándose todo con normalidad. Lily no cedió. Sus piernas seguían agarrotadas—. Añadiremos esto, junto a la vomitada a dúo, tus troncos y mi borrachera a nuestra lista de pareja: “historias para contarle a nuestros hijos”.

Con muecas divertidas formó las comillas con los dedos cuando le dio un título a su lista.

Lily escuchó aquello y le miró con grandes ojos. Sus muecas lo dijeron todo.

Era demasiada información para un corazón tan temeroso y no pudo guardarse nada.

—¿Nuestra lista de pareja? —preguntó ella conteniéndose las emociones.

Estaba que se desbordaba.

Christopher le dedicó una sonrisa y logró meter la toalla húmeda y tibia entre sus piernas. Con suavidad arrastró toda la sangre y su propio semen y prontamente la hizo sentir limpia y cómoda.

—Sí, ya sabes... —De rodillas frente a ella, le dio una de esas sonrisas diabólicas—. Esas listas de anécdotas que...

—Sé lo que es —le interrumpió ella y tragó duro antes de continuar—. No sabía que querías tener hijos —susurró cabizbaja.

Christopher se levantó, la rodeó con cuidado y abrió el grifo de agua caliente.

—Sé que no luzco como un padre de familia —aceptó él en voz alta. Lily lo persiguió con la mirada—. Y no, no quería tener hijos. —La miró con agudeza—. Pero llegaste tú y algunas cosas cambiaron.

Lily le miró con los ojos entrecerrados, pero no con desconfianza. Estaba aturdida por sus palabras, más por la forma en que la miraba.

—¿Y no crees que sería un completo desperdicio de tus perfectos genes? —le preguntó riéndose por los nervios.

Christopher alzó una ceja.

—Creo que es hora de perfeccionarlos más —le respondió ávido y ella frunció los labios para no reírse.

El maldito había respondido mejor de lo que ella esperaba.

—Nunca me imaginé embarazada —pensó ella en voz alta, recordando todo lo que su hermana había atravesado.

Vio a Christopher reunir toallas limpias y organizar el cuarto de baño.

Se plantó frente a ella con firmeza, la sostuvo por los hombros y con hombría le dijo:

—Piénsalo y cuando estés lista, avísame. Estoy deseoso por preñarte.

Lily estalló en una carcajada y tomó la mano del hombre cuando él la invitó a tomar un baño caliente.

Se sentó en la bañera repleta de agua y Christopher se sentó a su lado. Con una esponja roció el resto de su cuerpo.

Christopher se quedó a hacerle compañía hasta que ella logró relajarse después de tan placentero e íntimo momento.

Lily se olvidó de sus inseguridades y pudo disfrutar del momento tanto como él lo estaba degustando.

—Me alegra saber que estamos de acuerdo en que tendremos hijos perfectos —le dijo él, arreglándole el cabello húmedo detrás de las orejas—. Ahora, quiero que estemos de acuerdo en algo más —insinuó. Ella estaba tan relajada que solo alzó las cejas para escucharlo—. Quiero contribuir con la salud de tu hermana.

Los dos se miraron con agudeza.

Ella tuvo que armarse de valor para responder. Fue una guerra. Necesitaban ayuda, pero no estaba segura si era correcto aceptar la ayuda del hombre con el que acababa de tener sexo.

—Pero es mucho dinero —musitó apenas.

Christopher ni se inmutó al escuchar aquello.

—Solo dime que vas a aceptarlo —le pidió él.

No quería que hablaran de cifras.

Lily sintió la presión sobre sus hombros. Se puso los dedos sobre los labios y trató de pensar en su padre, en lo mucho que se sacrificaba para pagar la renta, tener comida en su mesa y costear las medicinas de Romy.

Se mordisqueó la uña del dedo gordo mientras pensó en su realidad. Era un debate de honradez.

—Es complicado. —Ella le miró con embrollo—. Acabamos de tener sexo y...

—No entiendo que tiene que ver una cosa con otra, Lily —la interrumpió él con avidez.

—No vayas a pensar que me acosté contigo por esto o... —La pobre resopló complicada y se cubrió el rostro con las dos manos.

Christopher le agarró un mechón de cabello y lo enredó entre sus dedos.

—Lily, eres la mujer más transparente que conozco —le contestó él contemplándola con enamoramiento—. Jamás pensaría algo así, mucho menos de ti.

Lily asintió mirándolo con grandes ojos. Supo que le decía la verdad.

»Tengo que reunirme con Marlene en media hora —le comunicó Christopher—. Debemos escoger un nuevo fotógrafo. —Lily asintió—. Piénsalo. —Le sonrió—. Me encantaría darte todo el día libre para que estés con tu hermana, pero mi padre está presionando con el número de este mes y...

—No es necesario —unió ella—. Hablaré con el psicólogo y te llamaré.

Christopher sonrió satisfecho.

—Estaré esperando tu llamada —le respondió él.

A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y no tuvo las palabras correctas para agradecerle.

Christopher la tomó por el mentón y se estiró para besarla en los labios.

Ella sacó las manos del fondo de la bañera y con timidez lo sostuvo por las mejillas sintiendo que todo era real, que todo era perfecto.

Cuando Lily salió de su cuarto para buscar su ropa limpia, Sasha la estaba esperando.

Por petición de Christopher le había comprado productos para el periodo y algunos medicamentos para alivianar sus cólicos.

—La asesora del señor Rossi le envió todo esto —le comunicó Sasha y le mostró un estante completamente equipado con ropa, zapatos, accesorios.

Lily lo observó con lio y tras agradecer contempló las prendas por largo rato.

Tenía que viajar hasta el hospital cuánto antes. No tenía mucho tiempo para decidir, además, ninguna de las prendas que la Asesora había enviado lograba convencerla.

Intentó hallar su estilo entre todas esas telas elegantes y de grandes marcas.

Agarró un par de botines femeninos y una falda plisada de cintura alta con una camisa blanca.

Se encerró en su cuarto y se cambió apresurada.

Apenas se secó el cabello y se hizo una trenza desordenada.

Cuando Sasha la vio salir del cuarto le ofreció un sándwich completo para que desayunara en el camino y la miró con preocupación al verla tan desabrigada.

—Afuera está lloviendo, Señorita... —Le comunicó dulce.

Quería cuidarla. Le preocupaba.

Lily la miró con espanto y caminó hasta las ventanas largas que envolvían el pent-house y aunque estaban en altura exagerada notó el frío que había afuera.

Regresó al estante y buscó algo con lo que abrigarse, pero no encontró nada que la convenciera.

—¿Crees que Christopher tenga algún chaleco abrigado? —preguntó Lily, pensando en cómo abrigarse para no coger un resfriado.

Sasha asintió y la llevó hasta el guardarropas del hombre.

Lily se quedó boquiabierta. Era más grande que su habitación y la de Romy juntas.

La muchacha escarbó entre sus cientos de prendas y encontró un chaleco negro con blanco sin mangas. Se lo puso apurada y para no caer en dudas y perder más tiempo, ni siquiera se miró al espejo.

Lily revisó los accesorios y pensó muy bien en qué escoger.

Añadió algunos collares y un prendedor. También un bolso y Sasha le ofreció una gorra.

Lily aceptó todo, pero luego recordó algo muy importante:

—Antes de salir de casa, mírate al espejo y quítate un accesorio. Coco Chanel —citó en voz alta y sonrió mirándose al espejo y descubrió que se veía bonita.

Suspiró y se quitó un collar y el gorro.

—Esos fueron dos —le dijo Sasha.

Las dos se carcajearon.

Lily aceptó que el blanco y el negro siempre combinaban. Sabiendo eso, se marchó con el sándwich que Sasha le había preparado.

En el elevador planeó su viaje. Tenía la mañana para concluir con todo y hacerle una visita exprés a Romy y hablar con el psicólogo para saber el coste de su tratamiento.

Cuando salió del elevador, se apuró para coger un taxi, pero se encontró con una masa de reporteros que llevaban toda la mañana esperándola, aun bajo la lluvia.

—¡Lilibeth! —gritaron en cuanto la vieron salir y dispararon sus flashes sobre ella con exagerado frenesí.

La muchacha se quedó perpleja por unos instantes, cegada también por las luces blancas y reaccionó cuando en la calle del frente vio los taxis.

—¡Lilibeth, te estábamos esperando! —gritaron cuando empezaron a perseguirla.

—¡Lindo estilo! ¡Clásico! ¿Quién te viste hoy? —Las preguntas no cesaron—. ¿Hace cuánto vives con Christopher? ¿Son pareja? ¿Ya formalizaron su relación? ¿Por qué estaban en el hospital? ¿Cuál es tu desempeño en Craze? ¿Qué club visitas los fines de semana?

Lily no sabía si era correcto responder a todo lo que le preguntaban. Estaba nublada y con la lengua entumecida.

Cuando un taxi se detuvo frente a ella, la muchacha se preparó para partir.

—¡Solo dinos quién te viste! ¡Es importante para miles de jóvenes que adoran tu estilo!

Se tomó unos instantes para responder cuando escuchó aquello.

—Yo escogí mi... —Se puso nerviosa. Eran demasiados rostros expectantes, emocionados de escucharla—. Yo escogí mi atuendo. El chaleco es de Christopher —musitó entristecida al saber que vestía con Balenciaga, Gucci y marcas que jamás podría costear. Estaba aparentando, cuando la realidad era que ni siquiera tenía dinero para pagar una factura de hospital—. Es una falda plisada y una camisa blanca —dijo después, cuando entendió que las marcas eran lo importante, sino, como ella se identificaba—. Botas negras y...

—¿Por qué usas el chaleco de Christopher? —le preguntó una de las reporteras.

Estaba empapada por la lluvia.

Lily la miró con angustia.

—Porque tenía frio —se rio ella y todos se unieron a ella—. Chicos, vayan a casa, está lloviendo y hace frio. —Los miró con preocupación—. Ya nos veremos otro día.

Les guiñó un ojo y se marchó en un taxi.

Como los portales de moda estaban esperando impacientes para hablar de la nueva “Chica del momento”, las fotografías de Lily con falda y chaleco masculino reventaron la internet.

Por supuesto, su estilo atrajo la mirada de otro grupo de jóvenes y la masa que la adoraba creció aún más.

Los titulares: “It girl luce la ropa de su novio con elegancia neoyorquina”.

Sentada en su trono falso en Craze, Marlene miró la televisión con evidentes muecas de fastidio.

A su lado, su asistente estaba boquiabierta, sin entender cómo la ignorante de los colores ocupaba las pantallas de todo el país y estaba en boca de todos, robándose el protagónico de Marlene, su jefa.

—“Porque tenía frío” —repitió una de las comentaristas de espectáculo en vivo—. Esta es la frase en tendencia que Lilibeth Lopez, la nueva “It girl” le dijo a nuestro equipo esta mañana.

—Atrevida luce el chaleco de su novio, el mismísimo Christopher Rossi, y con seguridad nos dice: mírenme, hasta con la ropa de mi hombre estoy en llamas —añadió el otro conductor.

—Adorable, sincera. La sonrisa de un diamante —añadió otro comentarista.

Marlene Wintour alzó las cejas al escuchar aquello y se tuvo que poner de pie para escuchar mejor lo que decían en la televisión. Por supuesto que pensó que era un circo que y Christopher era el maestro de ceremonias.

Se plantó frente a la televisión y se cruzó de brazos. Miró las imágenes de Lily con fastidio y no vaciló en llamar a Rossi a través de anexo. Bien sabía que el heredero estaba en las oficinas de Craze.

—“Es una falda plisada y una camisa blanca” —le dijo Marlene cuando Christopher atendió su llamada.

—¿Disculpa? —preguntó Christopher, confundido con sus palabras.

Estaba reunido con los fotógrafos que había citado para revisar y evaluar sus trabajos, y no estaba al tanto de los recientes hechos, mucho menos de como Lilibeth prendía la internet.

—Eso dijo tú estúpida asistente hace quince minutos... —le dijo Marlene y no le dio tiempo de refutar—: Balenciaga y Gucci van a matarnos en cuanto sepan que... —Christopher le colgó.

No quería escuchar sus escándalos infundados por teléfono. Mucho menos quería escucharla menospreciar a Lily.

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