“Rafael”
Me estaba gustando ver la dedicación de Giovana. Había ido a la cocina con Hana y hornearon tantos ponquecitos que ella preparó una canasta hermosa para la mamá de Anderson y todavía había sobrado lo suficiente para alimentar a un batallón.
—¿Quedaron ricos de verdad, papá? —preguntó Giovana por décima vez.
—Deliciosos, hija, pero no aguanto comer ni un ponquecito más.
—¡Y yo tampoco te voy a dar más! Necesitas mantener la figura, psicogato. —Hana vino en mi ayuda.
—Gracias por haber comprado la canasta y los papeles y el lazo, papá, y las flores, claro. Quedó lindo, ¿verdad? —Giovana miró orgullosa la canasta.
—Lindo, Gi. Estoy seguro de que a su familia le va a encantar. —La animé.
Ya era media tarde cuando Rubia, Rubens, Anderson, Renatita y Breno irrumpieron por la puerta. Por supuesto que Giovana dio un salto de la silla donde estaba sentada y fue a abrazar a su novio. Aparentemente, conocer la historia del mundo era menos importante que los abrazos.
—¡Vaya, de ve