Lisandra
Cuando mi hermano entró a la oficina sabía que iba a gritar y hacer un drama, pero no pasaría de eso, porque Raúl no era tan estresado como Flavio, quien se le habría ido encima a Patricio sin recordar que eran amigos. Y fue exactamente lo que pasó: armó todo un melodrama, pero se convenció de que yo estaba feliz y ya estaba sonriendo.
—Hermanita, perdóname por la forma en que te hablé, es que me quedé muy sorprendido. —Mis hermanos eran sobreprotectores y me trataban como si fuera una niña que necesitaba ser protegida, y cuando peleaban conmigo enseguida se sentían mal y ya estaban pidiendo disculpas.
—Te perdono, pero solo porque hoy estoy generosa. —Sonreí y él me abrazó.
—Cuñado, ¡bienvenido a la familia! Cuídala, y trata de mantener los pantalones puestos. —Le extendió la mano a Patricio.
—¡Hipócrita! —Patricio se rio y lo abrazó—. Yo la cuido. —Me pareció tan tierno que quería saltar a los brazos de mi novio y llenarlo de besos.
—Ya me voy. —Raúl se despidió de Pat