"Samantha"Estaba inquieta y ansiosa desde el momento en que María, la ama de llaves de Heitor, me llamó hoy después del almuerzo. Me llamó para avisarme que la tienda había entregado los muebles. María era una mujer adorable, sabía manejar una casa como nadie y era tan dulce y gentil que era como una madre. Las dos nos entendíamos muy bien, acordamos que me llamaría siempre que necesitara algo y que me avisaría apenas llegaran los muebles.Estaba muy emocionada. Salí de la empresa muy feliz, pero al entrar al auto de Heitor, noté que estaba muy tenso. Me dio un beso y se quedó un momento abrazado a mí.— Mi lindo, ¿qué pasa? —Pregunté sintiendo que algo andaba mal. Parecía cansado y estresado.— Fue un día de mierda, Sam. Solo quiero pasar la noche abrazado a ti. —Heitor suspiró y me soltó, encendiendo el auto.— ¿Qué pasó, Heitor? —Me preocupé aún más.— Reinaldo. —Heitor dijo únicamente.— ¿Qué fue ahora? —Insistí.Durante el trayecto a casa escuché horrorizada a Heitor cont
"Heitor"Hoy finalmente sería la cena en que presentaríamos a nuestras madres. Samantha había organizado todo, sin permitirme siquiera hacer las invitaciones. Estaba feliz y ansiosa por esto. Se fue a casa más temprano y cuando llegué ya estaba hermosa, toda arreglada y dirigiendo la preparación de la mesa.—Mi lindo, ¡llegaste! —Vino toda feliz a recibirme con un beso.—Hmm, creo que voy a empezar a llegar a casa después de ti, solo para ser recibido así. —La abracé y le di otro beso que la dejó sin aliento.—Tal vez deberías. —Dijo tratando de respirar después de separar nuestro beso—. Pero ahora ve a arreglarte, en un momento llegan nuestras familias.Muy a regañadientes solté a Samantha y fui a darme una ducha. Al volver a la sala, Samantha observaba satisfecha la mesa puesta y sentí un aroma delicioso que venía de la cocina.—¡Vaya, todo está muy hermoso! —Dije observando el trabajo perfecto que había realizado arreglando la mesa.—¿Crees que a tu madre le gustará?—Le enc
"Heitor"La conversación fluía animada y yo veía las sonrisas estampadas en los rostros de mi madre y de Hebe, que de vez en cuando me miraban y hacían un pequeño gesto de aprobación por el rumbo que estaban tomando las cosas. Sabía que estaban felices porque había encontrado a Samantha.Y no podía haber sido mejor, mi madre y mi suegra se estaban llevando más que bien, conversaban como si fueran amigas de la infancia y ya estaban discutiendo sobre lo maravilloso que sería cuando Samantha y yo tuviéramos hijos.De repente, el timbre sonó nuevamente y miré a Samantha con extrañeza. La familia ya estaba toda presente, ¿habría invitado a alguien más?—Deja que yo abro, mi lindo. —Sam pasó junto a mí y le di un beso en la mejilla.—Ah, toda la familia reunida. ¡Qué lindo! —Miré hacia atrás y vi a Reinaldo entrando como si fuera el rey del lugar.—Heitor, no pude impedir que entrara y el guardia no estaba en la entrada. —Samantha venía detrás furiosa.—Tranquila, Sam, ¡yo mismo sacar
"Heitor"Finalmente nuestra familia comenzó a despedirse para irse. Hebe y Edu fueron los últimos, se despidieron y salieron, pero Enzo y Clara siguieron sentados en el sofá.—Vamos, chicos, sus padres ya están saliendo. —Dije sonriendo, pensando que los dos estaban somnolientos.—¡Ya nos despedimos, tío! —Clara respondió y me miró con ese aire de adulta que tenía.Miré hacia afuera y Hebe todavía se dio vuelta para dar un pequeño adiós antes de salir por el portón. Miré a Sam que respondía al gesto. Volví a mirar a mis sobrinos cómodamente instalados en mi sofá nuevo. Luego miré de nuevo a Sam que cerró la puerta con una gran sonrisa y pasó a mi lado lanzándome un beso.—Ahora, mis amores, ¡la tía quiere un masaje en los pies! —Samantha dijo y se sentó entre ellos.Enzo rápidamente se sentó en la alfombra, tomó sus pies con delicadeza y le quitó los zapatos, comenzando a masajear uno de ellos. Clara se acurrucó en su brazo y comenzaron a hacer planes para el fin de semana.—Ven
"Samantha"Realmente amo a Clara y a Enzo. Cuando Hebe me comentó que tenía ganas de viajar con Edu, inmediatamente le dije que sorprendiera a su marido y programara el viaje, que Heitor y yo nos quedaríamos con los chicos. Ella se puso más que feliz al aceptar mi oferta.Por eso presioné a la tienda para que entregaran los muebles antes de lo previsto y pagué un extra por ello, pero valió cada centavo. También le pedí a Alessandro unos días libres que ni dudó en darme. Nos divertiríamos mucho, necesitaba esta paz y alegría, y quería ver a Heitor con sus sobrinos, después de todo estábamos comenzando una vida juntos.Y la cosa solo mejoró cuando él se dio cuenta que los chicos se quedarían con nosotros; no sabía si reír o llorar. Decidí ir dando las noticias poco a poco, así me divertiría más con las caras que iba poniendo, y estaba tomando fotos de cada momento incluso sin que él se diera cuenta.Casi necesité sentarme para reírme de él subiendo las escaleras aterrorizado porque l
"Heitor"Estábamos sentados en la sala coordinando un paseo y mi hermana hizo una videollamada para sus hijos.—¡Hola, mamá! ¿Dónde están ahora? —Clara contestó con ojos brillantes e inocentes, pero yo ya no creía en tanta inocencia.—¡Hola, querida! Estamos en Madrid, esperando la conexión. ¿Se están portando bien? —Hebe tenía una expresión ligera y relajada.—Yo siempre me porto bien, mamá. Ya Enzo, ya sabes, es un chico adolescente, no se puede esperar mucho de él. —Clara habló con desdén, haciéndome sonreír.—Deja de ser ridícula, Clara. Soy un joven educado, mamá. Siempre me comporto como un caballero. —Enzo protestó.—Excelente, sigan así para que mamá pueda viajar más veces. —Mis ojos se abrieron como platos, apenas se había ido y ya tenía planes de irse de nuevo—. Déjenme hablar con sus tíos.Sam y yo tomamos la tablet y conversamos un poco con Hebe y Edu, pero sentí un codazo insistente en mis costillas, Clara estaba inquieta, decidí poner fin a esta disputa.—Hermana,
"Heitor"Llegamos al refugio y había muchos animales. Clara se emocionó y hasta se puso un poco triste, lo que me conmovió. Iba pasando entre las jaulas y jugando con los perritos que se acercaban a la reja.En la última jaula vio un perro grande acostado al fondo. Tenía ojos redonditos y tristes, orejitas caídas, pelo corto y era negro, con una manchita blanca que bajaba entre los ojos hasta el hocico y una patita blanca. Estaba solo en esa jaula.Clara se agachó y pidió al encargado que abriera la puertecilla. Cuando la abrieron, Clara gateó hasta el fondo y pasó la mano por el perro, que la miró ladeando la cabeza. Ella le dijo algo muy bajito en la oreja y él la olfateó y se levantó. Ella salió y él salió con ella.—Listo, tío, ¡es este! —Abrazó al perro por el cuello, era casi de su tamaño, le llegaba por encima de la cintura, y él lamió su carita haciéndola reír—. ¿Cómo se llama, señor?—Este es Trufa. Es un perro adulto, pero todavía joven, tiene un año y medio. Vino al ref
"Samantha"Tenía tres perros en casa corriendo de un lado a otro, una niña detrás de ellos, un adolescente conversador, un novio con las manos inquietas y un almuerzo dominical que preparar. Administrar todo esto era bastante complicado.Invitamos a nuestros amigos a un domingo de asado y piscina, y le dije a Enzo que invitara a Luna y a su hermana. Aproveché y llamé a Vini que tenía el día libre. Sería un día muy divertido.Pronto llegaron Patricio y Virginia, y Catarina y Alessandro con Pedro y el cuarteto fantástico. El alboroto fue creciendo, porque Pedro se encantó con los perros y ya estaba rodando por el césped con ellos y con Clara.—Sam, ¿tres perros? —Catarina me miró impresionada.—Amiga, unos tienen bebés, otros tienen perros. —Reímos juntas—. Pero solo Canela es mío, los otros son de Enzo y Clara.—¿Y Hebe sabe de esto? —Melissa preguntó llegando detrás de nosotras.—Ella sabe que tendría un perro pequeño, pero Clara y Enzo consiguen todo lo que quieren de Heitor. —