CAPÍTULO 14. De una batalla a una verdad sin filtroMaggie había intentado mantenerse en calma hasta ese momento, pero hasta la diplomacia tenía sus límites y ella no era que tuviera mucha diplomacia que digamos. Su sonrisa se ensanchó, y con una calma irónica, miró a su suegra.—En eso tiene toda la razón, señora Wyndham, fíjese que hay una enorme diferencia de educación entre una mujer que sabe cómo hablar y vestirse bonito para que otras personas la admiren, y una mujer que les salva la vida a esas personas todos los días —sentenció Maggie volteándole completamente el comentario—. Simplemente me parece de muy mal gusto señalarle a la gente que no ha invertido miles de libras en su educación, como yo, que son unos completos ignorantes que no sabrían diferenciar un pedo de una apendicitis, ¡como usted!Pamela se puso de pie de un tirón con expresión ofendida, y Jackson miró a Maggie con una admiración que no podía evitar, porque no estaba ni levantando la voz y aun así era capaz de p
CAPÍTULO 15. De la impotencia a la indiferenciaJackson jamás había sido un hombre especialmente emocional. Hasta que, claro, a Maggie se le salía su cara de “no me importas nada”.Un puñetazo en el estómago le hubiera sentado mejor que sus últimas palabras, como si lo había mandado a la mismísima mierd@ (pero con elegancia). Algo en su interior hizo “clic”. Un clic que sonó exactamente como la tapa de un libro de tapa dura partiéndose en dos antes de ser lanzado contra la pared.—¡¿Cómo demonios puede ser tan fría?! —gruñó, con el lomo del libro aún temblando en el aire antes de caer con un golpe seco al suelo de madera.No era un libro cualquiera. Era una edición de lujo, regalo de algún paciente rico que quería agradecerle por devolverle la sonrisa. Bueno, ahora solo era pedazos. Jackson respiraba fuerte, con las manos aún cerradas en puños, como si el pobre libro hubiera sido responsable de aquello que tenía con Maggie.Deseo, pasión, odio, resentimiento, ganas de vengarse hasta
CAPÍTULO 16. De una prometida a una estudianteBrenda sonrió como si de verdad creyera que había ganado. ¡Pobre ilusa!No se daba cuenta de que aquella última sentencia de Maggie había puesto a Jackson más duro que ella restregándosele durante medio hora. ¡Porque Margaret Kingsley era un desafío, SU desafío!—Salta a la vista que tú no eres la mujer para Jackson. Yo lo soy, ¡la única!Maggie la miró con una ceja levantada y una sonrisa que no prometía nada bueno.—Totalmente de acuerdo. Tú eres la mujer de Jackson. La amante perfecta para él —aseguró con fiereza porque bastante tenía con aguantar las humillaciones de su suegra como para tener que soportar también las de Brenda—. Pero te recuerdo una cosa —le advirtió levantando la barbilla—. ¡Una amante no puede visitar la oficina, ni ser vista en público con él, ni ser fotografiada, ni exhibirte en restaurantes y en viajes! ¡Existes para que te folle! ¡Existes para que esperarlo en tu departamento con las piernas abiertas, para que é
CAPÍTULO 17. De una llamada a un desastreMaggie todavía estaba enfrascada en aprenderse la nueva técnica cuando su celular empezó a vibrar. Y no pudo negar que el nombre en su pantalla la sorprendió.—¿Hola? —respondió con voz neutral mientras hablaba con el hombre al otro lado de la línea—. ¿Qué si podemos vernos?... Bueno, supongo que sí —murmuró Maggie—. No, créeme que Jackson no tiene tanto interés en mí como para vigilarme… Está bien… ¿Esta misma noche? Me parece perfecto… Sí, sí conozco el hotel Astoria… OK, OK… ahí estaré entonces —accedió porque no veía nada de malo en eso, sin imaginar que alguien la escuchaba desde el pasillo, y que encontraba todo lo malo que podía haber en aquella llamada.Para las ocho de la noche ya había oscurecido y Maggie entraba en el vestíbulo del hotel Astoria con paso firme. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y el rostro de quien no teme a nada… aunque el estómago le dolía un poco de los nervios, porque con quien iba a encontrarse sin dud
CAPÍTULO 18. De la justificación al golpe de realidadEl hospital parecía tener una velocidad especial cuando se trataba de obedecer a su duelo; así que apenas llegaron al Wyndham Medical de Manchester, Maggie fue ingresada de inmediato.Jackson por supuesto que estaba sin sombra mientras empezaban a hacerle los estudios, y no hubo forma de que los demás doctores lo sacaran del “caso”.—¡Que no tengo nada! ¡Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua! —gruñó Maggie, que por suerte o por desgracia tenía genes de todo menos de víctima.—¡Estás embarazada, tenemos que revisarte! —gruñó Jackson.—¡Otro puede hacerlo, no quiero que me estés tocando después de todo lo que pasó!Jackson dio cuatro gritos y todo el mundo se apresuró a salir de aquel cuarto como si el diablo hubiera aparecido con el tridente y desde luego que por la expresión de Jackson, exactamente eso parecía: el diablo.—¡Esto es tu culpa! —murmuró Jackson entre dientes, aunque más parecía un intento de convencerse a sí
CAPÍTULO 19. De la revelación a la culpaJackson no era precisamente la persona más perspicaz del mundo cuando estaba ofuscado. Pero ni en sus peores momentos se habría imaginado algo como aquello.—¿Cómo que tú llamaste a Maggie? —preguntó.—Eso mismo, hijo. Yo la llamé. Quería convencerla de que la boda fuera grande, no esa cosa íntima que en la que ella insiste. Somos figuras públicas, hacer una boda pequeña sería muy criticado y quería convencerla por las buenas antes de que tú y tu madre la acabaran cagando de alguna manera!Jackson parpadeó. Una, dos, tres veces. No procesaba nada. Su padre había llamado a Maggie para hablar de la boda. No había ningún amante secreto, ningún plan maquiavélico. Sólo un anciano entrometido con ideas de grandeza. Y él, como el campeón de los imbéciles que era, se había creído la versión de Brenda.—Entonces… —balbuceó, tragando saliva— Maggie no estaba… con otro…—¡Claro que no, animal de Dios! —bramó Emeret, alzando la voz lo suficiente como para
CAPÍTULO 20. De las disculpas a una prueba de paternidadLa culpa, indudablemente era algo poderoso, y si se juntaba con los recuerdos mucho más.Jackson llevó a Maggie a su departamento esa misma tarde, con el cuidado de quien traslada una bomba emocional que podría estallar en cualquier momento. Abrió la puerta, le ofreció algo de beber, e intentó —torpemente, como sólo él sabía— armar otro tipo de disculpa.—¿Qué tengo que hacer para que dejemos esto atrás? No podemos seguir peleando así —murmuró él de repente y Maggie lo miró con cansancio.—No tienes nada que hacer nada, Jackson —respondió con un suspiro.—No quiero volver a decepcionarte.—Uno solo se decepciona cuando espera algo de alguien. Y yo ya no espero nada de ti. Y tú tampoco de mí. ¿No es cierto?Y Jackson sintió que se le apretaba el pecho porque no había ni una gota de desafío en esas palabras.Los días siguientes fueron una mezcla de comedia involuntaria y penitencia doméstica. Jackson se quedó en casa para cuidarla
CAPÍTULO 21. De la cercanía a un descubrimiento atroz—¿Estás completamente segura de que quieres hacer esto?—Estoy segura de que no quiero que Pamela meta las narices en nada más —respondió ella, sin rodeos—. Si usamos nuestros nombres reales, va a encontrar la forma de intervenir. Ya la conozco. Así que elige dos nombres que te gusten y listo.Jackson asintió, mordiéndose el labio. No era una respuesta cálida, pero sí sensata; y lo peor era que tenía razón.—Mi madre siempre ha sido manipuladora con mi vida, pero te juro que últimamente se ha pasado demasiado —murmuró para sí mismo y Maggie le torció los ojos.—¿Últimamente? —Aquella era su primera ironía en días así que Jackson le sonrió de oreja a oreja y no preguntó más.Ya con las fichas llenas, ambos se sometieron al procedimiento. Sacarse sangre no era un drama para ellos, pero Maggie estaba batallando como mejor podía con las náuseas matutinas y en cuanto le sacaron la aguja del brazo el olor de la sangre la hizo marearse.—