Constanza
—¿Qué haces aquí? —pregunto, intentando que no se note el susto que me acaba de dar.
—Sabes perfectamente que estoy aquí por ti —murmura contra mi hombro—. Constanza, ¿por qué volviste si sabías que me lanzaría sobre ti?
—Porque me da igual que lo hagas —me burlo—. Ya no formas parte de mi vida, Cillian.
—No, eso es lo que tú crees.
Me muerdo el labio inferior y dejo que Cillian presione mi cuerpo contra la baldosa. Ardo por sentirlo otra vez, por dejarme llevar por el deseo que me quema las venas, pero es demasiado pronto.
No es así como quiero jugar.
—¿Sí? ¿De verdad sigues creyendo que soy tuya? —le pregunto, girándome hacia él.
—Eres mía, Constanza —susurra, apretando uno de mis pechos—. Te busqué como un maldito loco.
—¿Tan rápido te arrepentiste de haberme dejado? —me río—. Vaya…
—¿Por qué demonios te escapaste? —me recrimina mientras me alza una pierna.
Su aliento cálido me golpea el rostro, reduciendo mi capacidad de razonar. Las cosas no se me van a salir de las mano