Después de que se fueran, acosté a mi hijo y volví a la sala para hablar un rato con mis padres.
—¿Por qué no nos dijiste que tenías problemas allí, hija? —preguntó mi padre enseguida.
—Porque no quería preocuparlos y porque tengo un amigo que es mi ángel de la guarda y me ayudó a encontrar otro trabajo igual de bueno. —respondí con sinceridad.
—Alessandro dijo que ahora trabajas para su amigo, pero que volverás a trabajar con él. —dijo mi padre.
—Aún no lo he decidido. Ya veremos. —dije.
—Cat, solo queremos que seas feliz. Me gustó este chico; es bienintencionado, serio y responsable. Vino aquí y fue honesto, admitió sus errores. Me parece un buen hombre y, por cómo lo miras, estás enamorado. —Mi padre no perdió de vista nada.
—Sí, papá. Es un gran hombre y estoy enamorada. —Confirmé.
—Así que no te dejes llevar por tonterías. —Dijo mi madre. —El perdón es bueno, entiéndelo. El orgullo no te llevará a ninguna parte. No lo olvides.
—No lo olvidaré, mamá. —Le sonreí. —Mamá, nos encontr