“Ana Carolina”

¡Oh, gente, qué desierto es éste! Hoy fui al salón que encontré en la ciudad, quedó bastante bien, pero es un montón de cutres. Necesito salir de este pequeño pueblo pronto.

- Celeste, haz que ese mocoso se calle. Se le puede oír llorar en la entrada. –dije mientras entraba en aquel vertedero que me regaló mi padre. – Entonces, ¿qué te pareció? – Les mostré mi nuevo look.

- Oh, es igual al de Liz. – Celeste asintió. -¡Pero no debería haber ido!

-Aaaaiii. Eso es lo que quería. Si mi gatito se junta con esa perra en Nueva York, cuando me vea se volverá loco. – Me moría de ganas de conocer a Alessandro. – Y aquí nadie me conoce.

-Ese niño nunca deja de llorar. Cuando lo conocí era más tranquilo. – dijo Celeste.

- Oh, dale alguna medicina. Tengo a Lex en mi bolso, ¿quieres uno? – Me ofrecí.

- ¿Estás loco? No podemos matar al mocoso antes de que Alessandro haga todo lo que queremos. Es mejor dejarlo llorar, se cansará con el tiempo.

- Oh, Celeste, no creo que tengas vocación