Capítulo treinta.

¡Esa mujer es una loca! Me dan ganas de azotarle ese precioso trasero, pero voy a subir a comérmela a besos por celosa y grosera. Sirvo el vino que dejó y Savannah se acerca mas de lo debido con brazos de pulpo. La aparto disimuladamente y tomo dos copas con líquido rosado y delicioso encaminándome a la alcoba, mis glándulas salivales comienzan a trabajar desde que pienso en su cuerpo desnudo y hermoso. Abro la puerta y la veo moverse, me deleito con su silueta a media luz y aunque se que está furiosa conmigo, va a tener que aguantárselo porque me voy a meter con ella en la cama, saco los zapatos y medias, desabrocho la camisa, para dejarla en el espaldar de la silla al lado de la cómoda donde también dejé las copas con el vino. Soy demasiado meticuloso al doblar y el pantalón queda como si viniera de la tintorería. Sabe que estoy aquí, subo la colcha metiéndome debajo de ella y al tocar su piel desnuda y caliente prácticamente grito del placer que me produce


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