Lo vivido a su lado regresó con fuerza mientras ella cerraba los ojos y se recostaba en su asiento. Estaba muerta de miedo esa vez cuando ya estaban solos y ella seguía exigiendo que la regresara a su País o por lo menos a la embajada. Miedo a él y a su propia reacción frente a ese increíble hombre. Para sorpresa de Gabriela él se recostó entre suaves e invitadores almohadones que había en la habitación y la invitó a hacer lo mismo.
No, gracias. – Rechazó ella. - ¿Podría enviarme en un helicóptero a la capital de Durban? – Se aventuró a pedirle.
– Fue la escueta respuesta.
¡¿Por qué no?! – Exclamó ella al borde de un ataque de nervios.
Vamos a cenar. – Respondió como si tal cosa, como por arte de magia entraron varios sirvientes quienes sirvieron abundante comida en bandejas y después de múltiples reverencias se alejaron dejándolos nuevamente solos. Ella no había comido desde… ya ni se acordaba y muy a su pesar tuvo que admitir que tenía bastante hambre. Además, si quería esca