Capítulo 50
Raúl
La noche empezó a caer despacio, cubriendo el granero en una penumbra tranquila, rota solo por los sonidos del campo que se escuchaban a lo lejos. Mateo y yo no habíamos dicho ni una sola palabra desde que descubrimos la trampa en la que Elías nos había metido. Él se quedó sentado a unos metros de distancia, pero nunca dejó de mirarme. Lo sentía. Esa mirada suya como un roce invisible en la piel me quemaba, molestaba y encendía.
Mateo era mi fisioterapeuta, sí, pero en ese momento… era mucho más. Él era la tentación que me negaba a aceptar. La presencia constante que desde hace semanas se me metía por debajo de la piel y me hacía olvidar todo lo que me prometí no volver a sentir. Yo conocía ese fuego y también el abismo al que me llevaba. Sin embargo, no podía seguir fingiendo. No cuando estar encerrado con él y solo con él, hacía que cada segundo se volviera insoportable.
Mateo se levantó de un momento a otro y se acercó a la canasta con calma. Este rebuscó entre la