Tara estaba cabreada, bueno, eso era poco, sintió como su sangre hacía ebullición el solo imaginar que otra mujer besara siquiera los labios de su esposo. Esperó abrazada a si misma con la bolsa de la pastelería, intentó controlarse, pero no pudo. Alexander se acercó y se inclinó, Tara pensó que la besaría pero no, abrió la puerta y como todo un caballero, le ayudó a subirse al auto, Tara bajó la bolsa de la pastelería entre sus pies, Alexander iba a ponerle el cinturón y Tara lo alejó.
—Tengo manos, puedo hacerlo yo sola. —Alexander sin mostrar su irritación, rodeó el auto y llegó a su