Tara estaba rodeada por el brazo de Alexander, ella se había quedado dormida, el cansancio y el haber llorado la habían llevado a los brazos de Morfeo. De vez en cuando tenía un salto entre sueños, preocupando a Alexander.
Habían llegado al edificio, el auto se estacionó frente del elevador del estacionamiento subterráneo y un guardaespaldas que custodiaba en ese momento, le abrió la puerta del lado de Alexander, antes de bajar, contempló a Tara, sus mejillas seguían pálidas y su americana la cubría.
—Tara—la movió un poco para despertarla, ella abrió los ojos saltando de su lugar y con los ojos muy abiertos miraba a su alrededor asustada, esa reacción alertó y conmovió a Alexander. Tocó su mejilla para traerla al momento cuando la vio ida en sus pensamientos. —Tranquila, hemos llegado a casa...
Tara lo miró detenidamente, como si estuviera saboreando esas últimas palabras. Alexander la miró de una manera que ella se estremeció, emergió de su interior segurid