Confía en mí

Al día siguiente, Arturo muy emocionado, presentó nuevamente a Irene.

— Bueno, como ya saben y la conocen, mi preciada perla, ahora es oficial y legalmente parte de mi familia y la empresa.

La abrazó y le dio un beso en la frente con mucho cariño. La mayoría emocionados se sintieron muy felices por ella, salvo unos pocos.

Alguien, con un sabor agrio en la boca, sonrió y aplaudió sin mucho ánimo. No importaba cuanto tratara de superarlo ella era como una obra de arte que había terminado en el fango de los cerdos.

Alan tenía una pésima reputación, y, muchas mujeres miraban a Irene con burla y desdén. ¿Cuánto tiempo Alan podría serle fiel?

Sólo quedaba esperar, y todas, estaban dispuestas a intentarlo. Ése hombre no era cualquier cosa, era guapo, ambicioso y arrogante.

Por muy caballeroso que se mostrara, todas sus secretarias inmediatas creían conocerlo a la perfección.

No importaba si tenía esposa, siempre que pudieran tener por

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