—¿Ahora que harás señorita?—cuestionó—dudo que quieras quedarte a sufrir con un bueno para nada como él estúpido sentado en la sala—rio con gracia
¿Ahora que debía hacer? ¿Era libre?
Podría ser un nuevo comienzo a mi vida
—Aún estamos atadas a el—respondió mi loba—no es ningún comienzo, es el infierno.—aclaró
No, me negaba a quedarme y ser dañada, el solo recordar las heridas en mi cuerpo y sus agarres bruscos en mi piel, me hacía temblar, sentirme totalmente desprotegida.
mientras pensaba,