Sus brazos fuertes me envuelven, primero Maxi y luego mi papá. Estoy temblando, empapada de sudor y con lágrimas que no dejan de caer. Mi respiración es un torbellino desgarrado; algo dentro de mí está roto y siento que jamás podré recomponerlo.
Escuchar esas palabras en alemán hace que algo dentro de mí despierte, y lucho con ambos, tratando de zafarme para cumplir esa orden. Olvido todo; solo tengo en mi mente: ¡obedecer, obedecer y obedecer! Esa voz se repite una y otra vez en mi cabeza, diciéndome que elimine a toda mi familia, que son mis enemigos, que no me quieren, que me abandonaron.—Coral, tranquila —me susurra Maxi cerca del oído. Su voz, cálida y serena, más calmada de lo que debería estar en este momento, me hace aferrarme a él como si fuera mi única tabla de salvación. Pero incluso él no puede detener el vacío