Caroline caminaba detrás de mí, haciendo preguntas a las cuales creía merecer una respuesta, sin olvidarse que era mi vida, mi reputación, mi carrera y no estaba de humor para dejar algo de mí al aire después de ello. De mil maneras he intentado evitarla o callarla y no lo he logrado, después de su llamado de atención número un trillón decidí responderle.
—¿Qué quieres entender, Carolina?
— Emma, ¿por qué llorar te resulta tan malo?
— No me gusta exteriorizar. Soy tu jefa te guste o no. Cuida como me hablas. — Me está cansado.
— Tus pacientes te esperan.
— Te pago por hacer eso.
—Emma, necesitas terapia.
— Lo tomaré en cuenta.
Salí del hospital en dirección a la terapia que mi esposo había sugerido para mí. Mi madre se encargó de