—Quiero verte en tu forma lobuna —impuso de repente.
Débora se quedó mirándolo por un instante, pero no se rehusó.
—Claro, como usted quiera —alegó.
La mujer mudó de piel y se convirtió en una despampanante loba de pelaje dorado, el cual brillaba con los tenues rayos solares que ingresaban a trav