capítulo 11.
Capítulo 11

—¿Has averiguado quién fue el maldito? —preguntó Duncan, su voz cargada de irritación. La frustración no solo era evidente en sus palabras, sino en cada músculo tenso de su cuerpo, como si la impaciencia lo consumiera. Sus ojos brillaban con una mezcla peligrosa de ira contenida y desesperación.

Sentía que el tiempo se les escapaba de las manos, que cada segundo que pasaba con el misterio sin resolver era una nueva puñalada al corazón de su manada. El hecho de que Zaria estuviera viva no aliviaba la angustia, pues sabían que algo más profundo había sido dañado: el vínculo, esa conexión sagrada que los unía, había sido destruido. Y Duncan, como los demás, lo sentía como una mutilación interna.

Era como si una parte de todos ellos hubiera sido arrancada de raíz, dejándolos expuestos y heridos.

Luego de que el médico les asegurara que Zaria estaba fuera de peligro, los siete se habían retirado a una sala apartada. Aunque su principal preocupación era su luna, tenían que discut
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