Capítulo 12
Era difícil de creer, incluso para quienes lo conocían desde hace siglos, que un vampiro, y no cualquiera, sino el mismísimo rey de los vampiros, estuviera compartiendo una conversación tranquila con una humana. Esteban, cuya frialdad era tan legendaria como su poder, llevaba más de media hora hablándole a Zaria. Le hablaba de su naturaleza, de su reino, de las antiguas tradiciones de su especie, y lo hacía con una paciencia inusual en él. Zaria lo observaba en silencio, con esa mirada curiosa que no sabía disimular, absorbiendo cada palabra, cada gesto, como si intentara descifrar los secretos ocultos en la voz pausada del vampiro. Sus ojos, grandes y atentos, se movían de sus labios a sus manos, memorizando cada movimiento, cada inflexión, como si con ello pudiera comprender mejor el mundo al que él pertenecía. Era una curiosidad inocente, pero intensa, como la de una niña que descubre un universo nuevo y fascinante, uno del que ahora se sentía parte sin saber muy bien po