Angélica lo observó de pies a cabeza, era elegante, de buena presencia, educado, se veía una persona de clase, o al menos eso aparentaba.
Entonces Mondragón sacó de las bolsas, varios tipos de vino, copas, quesos.
—Lo primero que vos debés saber es que los vinos blancos acompañan los quesos blandos y de sabores fuertes —explicó—. Este licor jamás se toma de golpe... esa fue una gran equivocación —le dijo a Angélica, mientras descorchaba y servía el vino en las copas.
Las mejillas de la joven se tiñeron de un leve rubor, recordó la vergüenza que le hizo pasar Carlos en el restaurante, aspiró profundo y resopló.
—¿Cómo sabes todas estas cosas? —preguntó contemplando con atención a Francisco.
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