Capítulo cuarenta y cuatro

Aedus y Maxwell no se acercaron ni hicieron el amague de saludar desde lejos, simplemente se dedicaron a irse en cuanto terminaron de hablar con Holden. No es que estuviera esperando que se acercaran y compartieran con todos nosotros, pero se me hace tan extraño que estén aquí, sobre todo Aedus. No hace falta ser adivino para darse cuenta que detesta estar entre la multitud, entre otras cosas, me he percatado de que le gusta vagar por las sombras.

Holden se acercó a todos y saludó como de costumbre, antes de sumergir mi cuerpo entre sus cálidos brazos y llenarse los sentidos al oler el aroma de mi cabello. Aunque no me diga ni una sola palabra, puedo sentir su preocupación. Nada bueno trae la presencia de sus hermanos.

—¿Qué querían? —le pregunté en voz baja, viendo a Jana, Vera y Tanner hablar entre sí—. Y no me vayas a ocultar nada, por favor. Lo que sea, lo sabré afrontar.

—Nada está bien. Los enemigos están un paso más cerca —susurró, apretándome más fuerte contra su cuerpo—. Por
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