La relación de Miranda y Matthew avanzaba espléndidamente o, al menos, así era cómo se veía para los espectadores y un tanto para los protagonistas. Él ya no dudaba más de los sentimientos de ella, estaba satisfecho sabiendo que ella lo amaba o mejor dicho, creyendo que lo hacía; y ella… ella buscaba la manera de amar a Matt, de realmente hacerlo, se esforzaba por sentir algo cuando sus labios se encontraban, luchaba por sonreír con cariño genuino. Quería amarlo locamente y sentir todo lo bonito que un enamorado siente, al verlo, al verlo a él y no al italiano.
No quería seguir buscando los ojos grises de Michelle en los cafés de Matthew, no se suponía que él fuera un reemplazo.
Y aun con ello, con todos esos debates de Miranda, la relación seguía avanzando sin muchos problemas.
Victoria observaba todo con cierto descontento, no conocía a Matt y tampoco lograba apoyar o aceptar que Miranda estuviera saliendo con un joven neoyorquino y no con un italiano. Tal vez le hubiera resultado má