Alexander me besa, cierro mis ojos y acaricio su suave rostro, después de eso me alejo de él, tomo mi bolso y me despido.
—Amor quédate —me suplica mientras extiende su mano y me hace un puchero.
Me recargo en la puerta y solo lo veo con ternura mientras sonrío, después solo suspiro, me reincorporo para decirle adiós con una de mis manos y con la otra mandarle un beso y después marcharme. Salgo apresurada ya que estoy segura que si me quedo un momento más ahí él me convencerá de quedarme.
Abro mi coche y subo en él, llego a mi lugar de trabajo y es todo un caos y como no si hoy precisamente llega Santiago.
Sigo caminando hacia mi camerino, ahí está Celia la cual enseguida me ofrece una bata de seda la cual tomo y me cambio para luego