CAPÍTULO 25

Marco no sabía si dormía o despertaba. Su paso por aquella casa era una nebulosa en su cerebro. Pasaba la mitad de las noches fuera del ático, sentado en la escalera, escuchándola llorar y gritar… hasta que un día Helena dejó de hacerlo. Al siguiente, Marco se encontró la botella de agua en el mismo lugar frente a la puerta, y al siguiente por fin encontró el valor para mirar adentro.

Helena estaba sentada frente a la ventana, sin parpadear, sin mover un solo músculo. Con su brazo derecho se rodeaba las rodillas, que tenía pegadas al pecho, y el brazo izquierdo estaba inmóvil cruzado sobre su estómago.

El olor dentro del ático le dio arcadas, pero Helena no parecía notarlo. No parecía notar nada, ni siquiera a él. Se acercó y se dio cuenta de que el olor provenía de ella también.

Hizo el gesto habitual y la levantó po

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