Meses después, la mansión de los Rivas se vestía de gala para celebrar el primer aniversario de bodas de Nicolás y Valeria. El jardín, iluminado por cientos de luces tenues, se había transformado en un escenario de ensueño, donde la música suave y el aroma a flores frescas creaban una atmósfera mágica.
Valeria, con su vientre abultado, irradiaba felicidad. Su vestido blanco, adornado con encaje y perlas, resaltaba su belleza maternal. Nicolás, completamente recuperado de su operación, la miraba con adoración, sus ojos brillando con amor y gratitud.
La familia entera celebraba con alegría, dejando atrás los rencores y los malentendidos. Los padres de Nicolás y los padres de Valeria, unidos por el amor y la esperanza, compartían risas y anécdotas, creando un ambiente de armonía y felicidad.
—Mi amor, estás hermosa —susurró Nicolás al oído de Valeria, besándole la mejilla.
—Tú también estás muy guapo —respondió Valeria, con una sonrisa dulce.
Valeria, se movía entre los invitados con una