—Por supuesto que no les podemos dar cara. ¿Acaso creen que son invencibles solo porque obtuvieron una victoria? ¿Se sienten capaces de desafiarme solo por eso? Parece que he estado sentado aquí por demasiado tiempo y no les he enseñado lo suficiente, ¡así que ahora se están volviendo arrogantes uno por uno!

La voz se acercaba desde lejos, y al mirar hacia allá, Fane vio a un guerrero del continente Aureus, con rasgos duros, avanzando con paso firme desde el sector oeste hacia el este. Ese debía ser Adrián. Emitía una aura de autoridad, claramente alguien acostumbrado a dar órdenes y a ocupar una posición dominante.

Al acercarse, Adrián deliberadamente fijó su mirada en Fane, con ojos afilados que lo observaban fríamente, como un león acechando a su presa.

Con una sonrisa siniestra en la comisura de los labios, dijo: —No te vuelvas arrogante. Solo derrotaste a un discípulo interno. Para nosotros, los discípulos de la línea heredera, los discípulos internos son meros insectos, ni siquie