“Planeo ganar doscientos puntos. Si no, no vale la pena venir a este viaje”.

Nash de repente sintió que él estaba haciendo un gran alboroto por nada. Después de todo, era la primera vez que Fane estaba aquí, por lo que no era una sorpresa que las cosas sucedieran inesperadamente. “Tal vez deberías haber traído a alguien de este continente contigo. No fue una buena idea que vinieras solo”, dijo a regañadientes.

Fane guardó el mapa y dijo: “Lo haré la próxima vez. En cualquier caso, quedémonos aquí unos días más y matemos tantos monstruos como podamos. Siempre podemos regresar cuando se nos haga demasiado difícil”.

Fane siempre había sido firme en sus decisiones, así que Nash dejó de intentar persuadirlo.

Pasaron cuatro días. A un kilómetro de distancia de la cueva donde se estaban quedando, Fane contemplaba el cadáver de un león blanco de ojos rojos, perdido en sus pensamientos y, como siempre, Nash estaba parado a su lado.

El león blanco de ojos rojos no era fuerte; solo estaba en