Llego la hora

El sol entraba por los ligeros pliegues de las ventanas, arrugué el rostro y me aferré a esa cálida sensación pegada a mi cuerpo.

Abrí los ojos, mi corazón latía con fuerza por lo que había hecho anoche sin consentimiento.

Estaba aferrada a Gerald como si fuera un osito de peluche, él tenía su mano envuelta alrededor de mi cintura mientras yo tenía cómodamente mi cabeza en su pecho al igual que mi mano, pero mi ataque al corazón ocurrió cuando vi el muslo de mi pierna descansar donde estaba el miembro erecto de Gerald.

—¡Maldita sea, maldita sea, y mil veces maldita sea! —Maldije suavemente, rezando por no despertar a ese hombre.

Traté de levantar mi pierna lentamente moviéndola desde allí, quitando mi mano de su pecho a pesar de que quería dejarla allí y me moría por bajarla a donde estaba mi muslo en este momento.

Levanté suavemente mi cuerpo casi logrando separarme de Gerald hasta que lo vi abrir los ojos medio dormido y dejarme debajo de su enorme cuerpo en un solo movimiento.

—Bu
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