Vanessa no lograba comprender como es que su estúpida hermana seguía trabajando, era millonaria ahora, si estuviese en su lugar, solo pasaría sus días en los más costosos spas y de compras, en cambio, su nada entrañable hermanita seguía vistiendo sus sosos y aburridos harapos de siempre, además de seguir empeñada con su arte, era realmente patético.

Acomodando el escote de su fina blusa para exponer aún más sus torneados pechos perfectos, y elevando un par de dedos más la altura de su mini falda, Vanessa tocaba el timbre, Lorenzo recién había despertado, y maldiciendo por lo bajo caminó hacia la puerta, había leído la nota de Victoria y apenas se disponía a comer el desayuno que había dejado preparado para él, abriendo la entrada a su hogar, pudo ver la figura de Vanessa Bianchi, la hermana de su esposa y una de las artífices principales de su desgracia mirándolo a él como si fuera jamón fino de oferta.

Mirándola entre extrañado y sorprendido, pudo notar lo expuesta que estaba su figu