Lorenzo sentía algo extraño; un escalofrió le recorría la espina mientras sostenía a aquel niño en sus brazos, casi como si de alguna manera se sintiera conectado a él.
—Si no vas a tener la precaución de cuidar apropiadamente a tus hijos, tal vez no deberías de ser madre. —
Victoria sintió un escalofrió recorriendo su cuerpo al escuchar aquella voz ronca y varonil viniendo de aquel hombre que la miraba despectivamente. Aquellas palabras la habían llenado de indignación, ella jamás antes había descuidado ni un solo instante a sus pequeños hijos. Tomando a Liam en sus brazos, Victoria besó la cabecita de su pequeño mientras sostenía la mano de William firmemente.
Mirando con atención al hombre que había salvado la vida de Liam, Victoria frunció el entrecejo; aquel rostro le parecía familiar, aunque no podía recordar en donde era que lo había visto, los ojos azules de aquel extraño la miraban juiciosos, y tanto su cuello como sus nudillos apretados en sus manos estaban cubiertos de tatuajes. El hombre era alto, al menos 1.90 y bajo aquel traje que se notaba costoso, parecía haber un cuerpo fuerte y bien trabajado, su rostro estaba marcado en una mueca de disgusto, y su cabello negro hasta los hombros lucia sedoso…no sabía quién era el, pero parecía peligroso.
—Lo lamento, pero puedo asegurarle señor, que jamás antes he descuidado a mis hijos. Le agradezco muchísimo por salvar a mi hijo, pero debemos irnos, si me deja su nombre un día de estos podré pagarle por lo que hoy ha hecho por nosotros. — respondió Victoria con voz seria.
La tarde ya había llegado, y Lorenzo observó al costado de la mujer de cabellos rubios cuyos ojos grises no le agachaban la mirada, que tras ella se ocultaba un pequeño más, y que este era idéntico al que recién había salvado de morir atropellado, así como también había algunas maletas que esperaban en la parada de autobús junto a un celular roto; celular que la mujer seguramente había dejado caer en su urgencia por correr tras su pequeño. Aquella mujer seguramente no sabía quién era el, pues de saberlo no se atrevería a mirarlo tan tranquilamente a los ojos, se dijo así mismo.
—Estás en la calle, la noche llegará en un par de horas y tu celular se ha roto, así que dime, mujer, ¿Cómo es que piensas pagarme? Puedo deducir fácilmente que no tienes dinero…o acaso, ¿Piensas pagarme con tu cuerpo? Jamás le digo que no a una mujer hermosa. — respondió Lorenzo dibujando una risa torcida. No podía negar que aquella mujer era hermosa.
Las mejillas de Victoria se sonrojaron en vergüenza e indignación.
—¿Cómo se atreve a insinuarme eso frente a mis hijos?, lo siento, pero le aseguro que no soy esa clase de mujer. Déjeme su nombre y le pagaré esta deuda apropiadamente, puede que no tenga dinero ahora mismo, pero se trabajar por lo mío y lo de mis niños, así que no vuelva a insultarme. — respondió Victoria con enojo y sin dejar de mirar a Lorenzo a los ojos.
Lorenzo soltó una carcajada al no esperar una respuesta tan directa de aquella mujer que lo miraba sin agachar su mirada ni un instante, y acercándose a ella peligrosamente, noto que el gris de sus ojos era idéntico al color de las nubes de tormenta.
—Tú te lo pierdes, preciosa, y sobre tu deuda, puedes pagarme siendo una buena madre con tus hijos y no volviendo a descuidarlos. — respondió Lorenzo que, dejando una tarjeta de la mano de Victoria, comenzó a caminar para alejarse. — Llámame si necesitas algo preciosa, o también si quieres pasar una buena noche. — terminó de decir para luego acariciar efusivamente el cabello de ambos gemelos, sintiendo aquella extraña sensación al tocarlos sobrecogerlo, después de ello, Lorenzo caminó para perderse entre las calles.
Mas indignada aun, Victoria arrugó en su mano aquella tarjeta sin leerla.
—¿Pero?, ¿Quién se cree que es ese tipo? — se cuestionó la rubia en voz alta.
William y Liam, sin embargo, habían quedado impresionados de aquel hombre…de aquel héroe que había salvado la vida de Liam. Algo dentro de aquellos gemelos, parecía haberse removido.
Repentinamente, un auto se había detenido frente a Victoria en ese momento, y una mujer de aspecto extravagante y piel morena había descendido casi a tropezones de él.
—¡Victoria!, ¿Estas bien?, ¡Te escuché gritar antes de que la llamada se perdiera y vine tan rápido como pude aquí donde me dijiste que te encontrabas! — gritó la mujer morena.
Victoria vio a su vieja amiga Rebecca que corría hacia ella para abrazarla después de tantos años, y sonriendo, la rubia quiso olvidarse de aquel hombre extraño.
—Becca… — dijo Victoria con lágrimas en los ojos, recibiendo aquel cálido abrazo de la que siempre fue su única y mejor amiga.
Media hora más tarde, Victoria se encontraba resguardada en la casa de su querida amiga Rebecca; ya le había contado sobre todo lo que Henry, su ex esposo, le había ocasionado. Tomando su violín de su equipaje, la rubia había decidido no contarle nada a Becca sobre su encuentro con aquel hombre que había salvado la vida de Liam.
—Siempre has tenido talento para el violín, y aunque sé que trabajar en un bar no es exactamente lo que una profesora de música está buscando, te aseguro que la paga es buena, el dueño del lugar es un hombre poderoso, y el Bar Paradise es el más lujoso que existe en Palermo, allí no van hombres vulgares, te aseguro que solo son clientes de primera, y tú no tendrías que hacer de mesera ni mucho menos de bailarina, quizás, es lo mejor que puedas tomar para ganarte la vida en lo que tu situación mejora y puedes quedarte en mi casa mientras tanto…a mi hijo le hará bien la compañía de los tuyos. — decía Rebecca mientras observaba con un deje de preocupación a su amiga de infancia.
Victoria sonrió. Ella nunca había trabajado en un bar, y realmente no sabía nada de ese tipo de lugares, pero Becca era la administradora del sitio, y debido a su precaria situación, no tendría más remedio que aceptar aquella oferta de salario generoso que le permitiría poco a poco recuperarse de todo lo que Henry había ocasionado en su vida. Sonriendo, Victoria asintió.
—No me asusta ningún empleo mientras me gane mi dinero honestamente, así que, aceptó Becca, y realmente te agradezco por esto…dime, Becca, ¿Cuándo podría comenzar? — respondió y cuestionó Victoria.
Becca sonrió.
—Esta misma noche, hoy tenemos un evento especial con clientes importantes y selectos del dueño de Paradise, vendría bien tu interpretación de Vivaldi en el violín ya que son personas refinadas…así que, ¿Aceptas? — cuestionó Rebecca.
Victoria asintió.
—Cuanto antes mejor, pero no tengo un vestido de noche que pueda usar, y ¿Quién cuidaría de los niños? — cuestionó la rubia.
Rebecca dibujó una sonrisa maliciosa.
—Los niños se quedan con mi niñera de siempre, te aseguro que es muy confiable…y en cuanto a tu vestido, tengo uno que estoy segura de que te hará lucir espectacular. — respondió Becca.
En el Bar Paradise, Lorenzo Visconti se aseguraba de que todo estuviera en perfecto orden mientras escuchaba la voz de su administradora del bar; le había avisado que recién había contratado a una violinista muy bella que haría mucho más amena aquella noche. Los clientes que esperaba eran importantes; los mafiosos más importantes de otras regiones y con los que buscaba entablar alianzas pues su hermano, su más acérrimo enemigo, comenzaba a moverse estratégicamente para perjudicarlo, no podía permitirle avanzar más de lo debido.
—Bien, asegúrate de traerla a tiempo, de esta reunión, depende todo. — respondió Lorenzo terminando aquella llamada.
De su mente, sin embargo, Lorenzo no podía sacarse la imagen de aquella hermosa mujer rubia ni de sus preciosos hijos gemelos…aquellos niños que eran tan peculiares y con los que sintió algo extraño, que por un instante y de no saber que la mujer que buscaba tan desesperadamente se encontraba en Estados Unidos, podría casi haber jurado que eran aquello que durante tantos años había estado buscando.
En el departamento de Becca Victoria se miró al espejo…aquel vestido rojo, aquella noche, y en sus pensamientos, aquel hombre que había salvado a Liam, despertaban en ella una ansiedad que jamás antes había sentido.