— Te prometo que vas a estar bien. — fue lo único que se le ocurrió decir antes de abandonar la habitación.
Gaia iba a caer rendida después de doce horas sentada en una silla y como Jo—Jo le estaba haciendo compañía, Alessandro por fin pudo relajarse. Posiblemente fuera una estupidez tenerla en casa, pero a pesar de todas sus reservas, no tenía corazón para dejarla desprotegida.
Se sirvió un vaso de whisky y salió a