— Adivina a quien acabó de ver en el aeropuerto de Paris – dijo Derek cuando Leone hubo descolgado el teléfono.
— Si es esa estúpida francesita preguntando por el doctor Costa, puedes decirle que se vaya al infierno. Que seguramente allá lo encontrara.
Derek rio ante tal comentario.
— ¿Y bien? – preguntó Leone.
— No, No, para nada – dijo Derek.
— Déjate de rodeos y dime de quien se trata y más vale que sea importante. – contestó Leone, por su tono de voz, Derek supo que empezaba a malhumorarse.
— Vi a tu mujer – espetó Derek con una voz no exenta de brusquedad
— ¿A Rosella?
— Si hombre, a Rosella, compró un billete con destino a Tokio.
— ¿Tokio? – dijo Leone.
— Si, si, llevaba un par de maletas y se ve&ia