—¿Ayuda? —Eduardo alzó una ceja, claramente sorprendido—. ¿Qué tipo de ayuda?
—Necesito salir completamente de las enredaderas de Mario y toda la familia Valdés —expuse mi plan con calma, con una voz que no dejaba lugar a dudas.
—Necesito una nueva identidad: no como la princesa de la familia Gutiérrez, ni como la prometida de Mario Valdés. Sino como una mujer independiente con su propia carrera. Necesito una carta bajo la manga, una salida segura.
Eduardo se quedó callado unos segundos, parecía estar evaluando la gravedad de mis palabras y el enorme riesgo que implicaba mi petición.
Habló despacio: —Te refieres a… una nueva relación, al público.
—Exacto —me enfrenté a su mirada sin vacilar—. Necesito un novio nuevo. Un hombre lo suficientemente poderoso, a quien Mario no se atreva a provocar fácilmente.
Lo que no dije en voz alta es que esta persona tenía que ser lo suficientemente inteligente para ver la naturaleza transaccional de este acuerdo, pero también honrado para no apr