Carmem preparó la cena y pensó en qué amuleto había sido usado para encantar a Benicio, qué objeto y cómo iba a averiguarlo.
— ¡La cena está lista!
Valentina no tenía hambre. Después de todo eso, no tenía ganas de cenar, se quedó acostada en la cama de Carmem.
— ¿No viene Valentina? — Benicio pregunta y mira a su alrededor mientras se sienta.
— ¡No tiene hambre!
Los dos cenan y Benicio se acuesta, pues odiaba esa situación de estar tan cerca y tan lejos de Valentina.
Benicio
El mañana no pasará, necesito acabar con esta duda. Ya no soporto estar junto a ella y no poder tocarla.
Carmem rezó y se durmió.
— ¿Madre?
— Eulalia? ¿Qué haces aquí? — Carmem se despierta viendo a su hija muerta, sentada a los “pies” de su cama.
— ¡Necesito decirte algo mamá!
— Te extraño mucho, hija. — Carmen llora.
— Yo también lo siento, pero necesitas proteger a Valentina.
— Estoy tratando de hacer eso, pero le he fallado, tal como te he fallado a ti.
— No, mi madre no falló. Ahora escucha atentamen