Escena III

ROSA:                       Por cierto, Narciso, dijiste que estás buscando empleo. Eso sí que es algo novedoso. ¿Tú dispuesto a trabajar? Si te he dicho que trabajes para mí en incontables ocasiones y siempre te niegas.

NARCISO:                Escuchaste bien, Rosa: Sí, quiero trabajar. Pero no contigo.          

ROSA:                       (Ofendida) ¿Y por qué no? ¿Acaso piensas que te explotaría como a un proletario cualquiera? Sabes bien que soy justa y que valoro el esfuerzo.

NARCISO:                Lo sé, hermana, no te sientas ofendida. No quiero trabajar contigo por la sencilla razón de que somos parientes. No es bueno mezclar las cosas. “Al césar lo que es del César…” Además, detesto recibir órdenes. Me sienta mejor ser quien designa.

HORTENSIA:          Mejor dicho, imposible, Narciso. No hay que mezclar los asuntos laborales con los hogareños. Rosa, entiéndelo de una vez. Eso nos ahorraría muchas discrepancias.

ROSA:                       No sé por qué, pero cuando hablo con ustedes siento que escucho a la misma persona. Sin embargo, me hace feliz que estés dispuesto a trabajar, Narciso. Estás dando muestras de madurez. 

NARCISO:                A mí también me hace feliz, hermana. Es bien sabido que el amor cambia a las personas.

ROSA:                       ¿El amor…? (Sorprendida) ¿No me digas que tú…? (Ríe) ¿Desde cuándo Narciso Flores se enamora?

NARCISO:                ¡Así es, hermana! Aunque te cueste creerlo, estoy enamorado… (Mira románticamente a Marta. Suspira. La saluda. Le lanza un beso desde la distancia. Marta responde con otro beso).

ROSA:                       Un segundo… Esto debe ser una broma. ¡¿Estás enamorado de Marta?!

HORTENSIA:          (Ríe) Despreocúpate, Rosa. Narciso jamás incurriría en semejante disparate. Estoy segura de que se trata de un simple desliz, de un vulgar pasatiempo. Ya conoces a tu hermano, padece un incurable apetito por las mujeres. En realidad, las mujeres son su principal defecto.

NARCISO:                (Irritado) Pues, déjenme decirles que en esta ocasión no es ningún pasatiempo. (Exageradamente románico) ¡Estoy locamente enamorado de Marta!

HORTENSIA:          (Horrorizada) ¡Ay! ¡Mis cienes! ¡Mis nervios! ¡Mis arterias! Agárrenme que desfallezco… (Las luces disminuyen un poco) ¡Lo sabía, esta mujer es la confabuladora! Seguramente hechizó a mi amado Narciso. Pero se equivoca si cree que le dejaré el camino libre para que haga de las suyas. (Las luces vuelven a la normalidad) ¡Hijo mío, pero si esa mujer carece por completo de gracia! ¡No, no y no! ¡Me niego rotundamente a ese noviazgo! ¡Y créeme cuando te digo que nada en este mundo me hará cambiar de parecer! ¡Soy de opiniones inamovibles! ¡Frustraré esa nefasta relación así sea lo último que haga!  (Observando a Marta con desprecio) Nadie con un mínimo de sensatez se fijaría en una mujer como ella. Solo mírenla… Es tan corriente, tan sin insípida, tan vulgar, tan…

NARCISO:                Tan descaradamente rica…

HORTENSIA:          (Súbita) ¡Tan encantadora, tan refinada! Se le nota por encima que es una muchacha educada con esmero. ¡Destella elegancia por doquier!

NARCISO:                Por si no lo sabías, madre, Marta es hija de los Afortunado; y los Afortunado son la familia más adinerada que vive en esta ciudad.

HORTENSIA:          Los Afortundado... ¡Vaya sorpresa! (Con notorio interés) Bueno, ignorando todo lo que acabo de decir acerca de ella, me parece que es un partido que te conviene.

ROSA:                       (Sorprendida) Madre, ¿no es que te parecía una mujer sin gracia?

HORTENSIA:          Rosa, no hay que dejarnos llevar por las primeras impresiones. (Parra sí misma) Por lo visto, leí mal las cartas esta mañana, no era una confabulación la que me acechaba, sino una sorpresa. (Justificándose) Si Nostradamus y los aztecas fallaron es sus predicciones, que yo confunda “confabulación” con “sorpresa” no quiere decir nada… Un error de interpretación lo comete cualquiera… (A Narciso) Hijo mío, ¡tienes mi entera bendición!

NARCISO:                (Abrazando a Hortensia) ¡Gracias, madre, sabía que contaría con tu apoyo! (Mirando a Marta) ¡Para mí Marta es la personificación de la belleza absoluta! ¡La amaría con la misma pasión, aunque no fuera tan Afortunada!

HORTENSIA:          (Preocupada. A Rosa) Realmente está enamorado… ¡Está haciendo especulaciones absurdas!

ROSA:                       Solo espero le duré el enamoramiento. A ver si una relación estable lo hace sentar cabeza.

HORTENSIA:          ¡Marta…! ¡Querida, acércate…! (Marta se acerca) ¿Cómo están tus asuntos, la familia, y esas cosas?

MARTA:                    (Con descarada hipocresía) ¡Doña Hortensia! (Hortensia se muerde los labios para disimular el enojo). ¡Rosa!

ROSA:                       (Con la misma dosis de hipocresía) ¡Marta! ¡Gracias, por venir! No imaginas cuánto me alegra que cenes con nosotros esta noche. ¡No imagino lo insípida que sería la velada sin ti!

MARTA:                    No hay que agradecer, Rosa. Un favor se le hace a cualquiera. Por cierto, me gusta la decoración.

HORTENSIA:          (Orgullosa) ¡Un indiscutible ejemplo de buen gusto!

MARTA:                    Tampoco hay que exagerar… He visto verdaderas obras de arte en cuanto a decoraciones se trata. Casualmente ayer cené en casa de los Hurtado. Hicieron un gran festejo con motivo de la graduación de Ladino, el hijo menor de la familia. Hubiesen visto la estancia: ¡un sueño! (Con picardía) Aunque, aquí entre nosotros, a medianoche, me enteré de ciertas cosas bastante escandalosas respecto a la veracidad de su índice ecdémico. Pero después les contaré con mayor detalle. (Rosa y Hortensia se miran). Aunque debo confesar que me fascinaron las rosas, le da un toque soberbio a la mesa.

ROSA:                       (Fingiendo alegría) Mi hermano me acaba de decir que son novios. (Sarcástica) ¡Te deseo muchísima suerte…! Quiero decir… ¡Felicidad!

MARTA:                    ¡Gracias, cuñada! ¡Me siento la mujer más afortunada del mundo! Qué paradójico, ¿no les parece?

HORTENSIA:          (Confundida) ¿A qué te refieres, querida?

MARTA:                    Que mi apellido es Afortunado y me siento afortunada… Podría decirse, entonces, que soy doblemente afortunada. (Rosa y Hortensia permanecen hieráticas. Narciso ríe para no dejarla mal).

HORTENSIA:          (Interrumpe) No es necesario decirles que cuentan con mi apoyo incondicional. Siempre le dije a mi hijo Narciso que eras un excelente partido para él. Hacen una excelente pareja. ¿Verdad que sí, hijo?

NARCISO:                Por su puesto, madre. ¡Rezaba para que Eros nos encontrara!  

MARTA:                    ¡Qué amable es usted, Doña Hortensia! (Hortensia, disimula en vano su enojo). ¿Le sucede algo, doña?

HORTENSIA:          Solo me duele un poco la cabeza, querida. (Entran los gemelos CLAVEL y CAVELINO. Llegan eufóricos, dando gritos y saltos. Corren y juegan alrededor de la mesa. Estérica) ¡Niños! (Los gemelos se detienen en el acto. Suspira) Compostura… (Enfática) Recuerden que la gente educada no hace movimientos bruscos. Ese tipo de conducta solo es admisible para quienes no tiene conciencia de la importancia del ademán.

GEMELOS:              (Derrotados) Sí, abuela… (Al ver a su madre ROSALÍA corren hacia ella) ¡Mamá!

MARTA:                    ¡Los gemelos! ¡Son tan problemáticas que da gusto verlos! Me recuerdan a un par de Shiwawas que tuve hace un tiempo como mascotas. ¡Eran igual de terribles! Lamentablemente tuve que regalarlos: mis padres rechazan los excesos de cualquier tipo. Para ellos no existe evidencia más notoria de vulgaridad.

HORTENSIA:          (Contenta) Presiento que tendré excelentes relaciones con tus padres. 

ROSA:                       ¡Pero qué elegante están mis niños! A ver, Clavel… toda una princesa. Y tú, Clavelino… todo un príncipe.

CLAVELINO:           Mamá, Clavel me dijo que te ibas de viaje otra vez. ¿Es cierto?

ROSA:                       Sí, pequeño. Me voy esta misma noche.

CLAVELINO:           Pero me dijo que no volverías nunca más.

ROSA:                       (Preocupada) ¿Es cierto eso, Clavel?

CLAVEL:                  ¡Mentira, mami! (Entre dientes. A Clavel) ¡Soplón!

CLAVELINO:           ¡Sí lo dijiste! (A Rosa) ¿Mamá, tú no te irás para siempre, verdad? Prefiero seguir viéndote de vez en cuando, como de costumbre.  ¡Pero no te vayas para siempre!

ROSA:                       Por supuesto que no haré semejante cosa, mi pequeño. Clavel, no le mientas a tu hermano. ¡Alteras su temperamento hipersensible! 

CLAVEL:                  (Haciendo pucheros) Está bien, mamá…

CLAVELINO:           (A Clavel) ¡Viste! ¡Mamá va a regresar! ¡Tiene que hacerlo! Si no, ¿quién pagará las cuentas de la casa, los gastos de mis tíos, los trajes de la abuela y nuestras golosinas y juguetes?

HORTENSIA:           ¡Clavelino!

CLAVELINO:           ¡Abuela!

ROSA:                       ¡Madre!

HORTENSIA:          ¡Hija!

NARCISO:                ¡Niños!

GEMELOS:              ¡Tío!

MARTA:                    ¡Pero qué delicioso espectáculo!

CLAVELINO:           Tú lo dijiste, abuela. Yo te escuché mientras hablabas con mi tía: “Sin mi hija esta familia se derrumba”.

HORTENSIA:          (A Rosa. Nerviosa) Ay, hija, tú sabes lo elocuentes que son los niños posmodernos.  ¡Dicen cada cosa! ¡Hasta da miedo escucharlos! (Transición) Por cierto, ¿no tienen hambre? (Aclara su garganta. Grita) ¡Márgara!

(Entra Margarita, viene apresurada, tropieza con alguna de las sillas, pero no la derriba. Suspira y luego se dirige hasta donde está Hortensia).

HORTENSIA:          Márgara, ¡sirve la cena!

(Margarita asiente con la cabeza, luego comienza a salir con extremo cuidado para no tropezar con la silla, todos la miran atentamente. En su afán por no tropezar, tropieza con algún adorno o escultura que está cera de la puerta y lo derriba, luego lo recoge, lo coloca en su sitio y sale. Pausa breve. Todos se dirigen hasta la mesa. Hortensia encabeza las posiciones. Del lado izquierdo de la mesa se sientan rosa, Clavel y Clavelino; del lado derecho, narciso y marta. La última silla del lado derecho es para Geranio).

HORTENSIA:          Espero les gusté lo que preparé para esta noche. ¡De más está decir que es algo exquisito!

MARTA:                    Narciso me ha contado al respecto, doñita. Según él, usted es toda una artista de la cocina.

NARCISO:                ¡Cuéntanos, madre! ¿Es tu conocida y suculenta lasaña? Si es tu versión de la Pizza Royale espero que le hayas añadido caviar de Beluga; es el único que no me produce acidez estomacal.

HORTENSIA:          (Preocupada) Ni me lo recuerdes, hijo. Tengo meses sin conseguir caviar de Beluga. ¡Es alarmante! Una nación donde no se consiga caviar de Beluga, es una nación que va rumbo a su ruina. Claro, ¡qué otra cosa podría esperarse en tiempos socialistas! Y no, hijo, no es Pizza Royale.

MARTA:                    ¡Cuánto misterio! Espero que sea algo verdaderamente exquisito... A ver si supera al Pollo Ayam Cemani que comí hace unos días en casa de Los Impúdico.

HORTENSIA:          Solo les diré que es algo de una exquisitez inusitada, una obra de arte.

NARCISO:                ¡Ni siquiera almorcé para cenar con gusto!

ROSA:                       (Pensativa) Qué ironía… Nosotros no comimos por necedad, y muchos no comen por necesidad.

HORTENSIA:          (Fastidiada) No empieces, Rosa... No hay nada más efectivo para malograr el apetito, que hablar del hambre de otros. Rosa, no es momento para estar pensando en la desgracia ajena. Cada quién debe arrastrar su cruz como puede.

MARTA:                    ¡Exactamente, suegra! Mis padres siempre me han dicho que cada quien obtiene lo que se merece. ¡Quién los manda a nacer pobres! ¡Eso fue un descuido tremendo!

HORTENSIA:          Creo que ya les estoy tomando afecto a tus padres. ¡Cuán lucidos y sensatos son!

(Entra Margarita acompañada de un mayordomo. Este viene con un carrito donde lleva una gran bandeja y la coloca sobre la mesa; la bandeja esta está cubierta para no revelar su contenido. Margarita se dedica a servir las copas con vino).

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