Por Florencia
-¿Pensás comer parada?
Me preguntó mi papá y juro que mis manos transpiraban.
-Tengo algo que decirles.
Sentí su mirada seria en mi cara, e inmediatamente miró mi estómago.
-¡Hablá!
Gritó de repente.
A mi hermano menor se le cayó el cubierto, porque se sobresaltó del rugido, porque más que un grito, fue un rugido.
Ya se dio cuenta que estoy embarazada, porque se paró y se acercaba a mí, lo hacía lentamente, parecía un animal al acecho.
Instintivamente me alejé de él.
-Estoy embarazada.
-¡Lo sabía! ¡Sos tan puta cómo tu tía!
-No es así.
-¿Y cómo es? Sos una mierda, pero esto no se termina acá.
Me dice amenazante.
-Siempre me toca a mí terminar con los bastardos, ya lo hice con Diana, tu abuelo me dijo lo que tenía que hacer ¿Podés ser una buena hija? Ahora te vas a quedar quieta y vas a colaborar.
No sé de qué está hablando.
-Gabriel, agarrá a tu hermana, vos trae perejil.
Les ordena.
Mi madre lloraba.
-¡Ahora!
Gritó como si no hubieran entendido su orden.
-Bajale los pan