Leticia dejó la casa de Rayan después de dejarle una nota sobre la mesa. Afuera ya la esperaba el taxi que la llevaría hacia su casa. Cerró los ojos por unos segundos antes de abrir la puerta y entrar. Hacerlo se sentía realmente duro.
–Pasajera, va a entrar– el conductor le preguntó tras su demora.
–Sí, sí– Leticia dijo de forma cansada y al entrar se dejó caer sobre el asiento del taxi.
–¿Se encuentra bien? Su rostro está pálido–
–Sí… estoy bien.
Era la mentira más grande que Leticia se decía a sí misma. ¿Bien? No, no lo estaba. Su corazón estaba destrozado, su cuerpo no estaba mejor, iba directo a la boca del lobo donde estaba la persona que más odiaba, su padre, y su guardaespaldas delta que le daba ganas de vomitar por la forma en que se le acercaba. No quería inmiscuir más a su prima, pues siempre era la que pagaba los platos rotos, y su padre era capaz de matarla con tal de mantenerla amenazada. El hombre al que amaba iba en una línea diferente y ella no podía acompañarlo.
Cerr