CAPÍTULO 11. El trabajo de un director

Wayland tenía el ceño fruncido y estaba entre incrédulo y pensativo. ¿En qué momento y quién había despedido a su asistente? No sabía, pero lo cierto era que Alan Parker sonaba determinado.

—¿Estás bromeando? —gruñó Harris—. ¿Quieres que pierda tiempo haciéndote el maldito examen...?

—Tú estás muy seguro de ir y abrirle la cabeza a esa niña, ¿no? ¿No eres capaz de esperarte una hora más para asegurarte de no matarla? ¿O es tu ego el que no te lo permite? —replicó Alan.

El jefe de Pediatría avanzó hacia él con rabia pero Wayland alargó su brazo entre los dos para detenerlo.

—Estos conflictos no son buenos para el hospital, Alan, tú mejor que nadie deberías saberlo...

—Estoy seguro de que son mejores que una demanda millonaria por negligencia médica, sobre todo cuando se está advirtiendo —sentenció Alan—. Usted mejor que nadie debería saberlo, director Wayland. ¿No es así?

El director tomó una larga inspiración, no tenía una forma limpia de resolver aquello sin ofender a uno de los dos,
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